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¡¡La vida junto á la muerte; el cráneo al lado del nido; la cuna adherida al ataúd: una generación que se desmorona en sus últimos restos y otra generación que se incuba entre el polvo del sudario!! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Partido de Tabaco. Libog. Su etimología. Situación. Fundación. Una antigua iglesia. Tifones é incendios.

Grande, entre los gigantes de aquel Mayo Que robaron á Dios su ardiente rayo Para decir al pueblo: Fiat Lux, Hoy miró su postrer aniversario, Sirviéndole de espléndido sudario De la ciudad el estandarte azul.

El golfo de Salerno era llamado golfo de Pestum por los romanos. Y esta ciudad de monumentos iguales á los de Atenas, poseedora de inmensas riquezas, se extinguía repentinamente sin que el mar se la tragase, sin que un volcán la cubriera con el sudario de sus cenizas. La fiebre, el miasma de los pantanos, había sido la lava mortal de esta Pompeya.

Tiene el azul del Arte, la blancura del lirio y la rojez de Marte, por tres timbres gloriosos de su ilustre blasón. Sonríe, si la hiere la silbante metralla. Es su soñada gloria caer en la batalla, teniendo por sudario su santo pabellón. Es suave como el ritmo de las flautas bucólicas, que ensaya dulcemente en notas melancólicas, entre las verdes cañas, la brisa vesperal.

El bulto negro, aquel bulto que parecia un sudario puesto de pié, estaba allí inmoble. ¡Pobre mujer! ¿Qué la sucederá? Esto exclamaba yo interiormente, cuando llegamos á la puerta de la lechería, y ambos entramos sin decirnos palabra, como llevados por un sentimiento comun.

Ya las solanas ó pendientes, bien expuestas á los rayos del mediodía, empiezan á salir del blanco sudario que las envuelve; aquí y allá reaparecen, á través de la capa de nieve, la tierra, la peña y la mata, y esos espacios negruzcos van aumentando de tamaño. Parecen grupos de islas que crecen incesantemente y acaban por juntarse.

No se explicaba la Regenta cómo Visitación iba y venía de casa en casa, alegre como siempre, risueña, sin miedo al agua ni menos al fango del arroyo... sin pensar siquiera en que llovía, sin acordarse de que el cielo era un sudario en vez de un manto azul, como debiera.

Barret, animado por la posesión de un nuevo rocín joven y brioso, volvió con más ahinco á su trabajo, á matarse sobre aquellos terruños, que parecían crecer según disminuían sus fuerzas, envolviéndolo como un sudario rojo.

A un lado avanzaba el Cap-Martin, repeliendo el asalto de las olas, círculo de corderos blancos que se sucedían incesantemente surgiendo de las praderas azules; más allá, la costa de Italia, sonrosada por la melancolía de la tarde; y en el extremo opuesto, el Cap-d'Ail y el Cap-Ferrat, sobre cuyos lomos abullonados de verde por las arboledas y moteados de blanco por las «villas» empezaba á extenderse el sudario de oro que debía envolver la muerte del sol.

El hombre de la capa me obligó a colocarme, como él, en las primeras filas de curiosos y caminar no muy lejos del reo. El cielo seguía envuelto en un sudario ceniciento, y el piso no mejoraba en aquellos sitios. A la verdad, no comprendo por qué razón me dejaba arrastrar por aquel hombre. Me sentía cada vez más aturdido, como si estuviese soñando.