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Actualizado: 9 de junio de 2025
Oír el general Ponce nombrar a Spá y no traer a cuento el desafío del subsecretario con el príncipe ruso, era cosa imposible. Como que ese y el de Peñas Pardas eran los únicos encuentros en que se había hallado en toda su vida.
Zaragoza y Julio 7 de 1844. Exmo. Sr. Mariano Nougués Secall. Exmo. Sr. D. Manuel Breton Capitan General del Egército y Reino de Aragon. Capitania General del 6.º distrito. Estado Mayor. Seccion Archivo. El Subsecretario del Ministerio de la Gobernacion de la Peninsula en 19 del actual me dice lo que sigue: «Exmo. Señor.
Pero lo más original y lo verdaderamente grave del suceso, mirado a cierta distancia, fue que el general Ponce, es decir, el marido de Leticia, apadrinó al subsecretario en su duelo con el ruso; en honor de la verdad, no porque llevara el apadrinado su frescura al extremo de solicitar del otro un favor tan señalado, sino porque el arisco veterano, al saber de qué se trataba, por rumores llegados hasta él, «como amigo, como soldado y como español», no quiso que nadie se anticipara a prestar ese servicio a su ilustre compatriota.
Entre tanto, el tal subsecretario, el general y el periodista español, no se apartaban un punto del marqués, que ya estaba en voz nuevamente y comenzaba a hacer pinitos parlamentarios. Estaba muy satisfecho del interés que se habían tomado por su salud el canciller de acá, el embajador de allá, un ministro del kedive de Egipto y cien eminencias más que veraneaban por allí.
Uno quería un gobierno de provincia para su hermano; otro, una alcaldía en la isla de Cuba para sí mismo; otro, un juzgado para su pueblo; otro, una administración de aduanas para un primo arruinado por la causa de la libertad; otro, la destitución de un funcionario probo que se oponía tenazmente a ciertas pretensiones de su familia; otro, un ascenso; otro, una cátedra...; en fin, por pedir, se pedia allí hasta la luna; y el Ministro, o el Subsecretario en su deseo de complacerlos a todos, tecleaba sin cesar sobre los botones de las campanillas, a cuya música iban apareciendo los altos empleados que podían entender en aquel cúmulo de solicitudes.
Durante la convalecencia de los dos enfermos, Leticia y Verónica, como si quisieran resarcirse de los afanes y tristezas que habían sufrido juntas como dos hermanas, mejor que como dos amigas, hablaron mucho, de muchísimas cosas: de todo menos del príncipe ruso y de su duelo con el subsecretario de Gobernación, y de Pepe Guzmán, que no asomaba por ningún sendero a cumplir la palabra empeñada con Verónica.
En rápida sucesión pasaron hacia la puerta Storey un ministro del gabinete, dos pares del partido liberal, un conservador y un subsecretario.
Palabra del Dia
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