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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Sus palacios eran el Prado en verano, y en invierno los portales de la casa Panadería. Varón sobrio y enemigo de pompas mundanas, se contentaba con un rincón cualquiera donde pasar la noche.
El vizconde de Aymaret hubiera deseado, como otros tantos en el mundo, haber sido un hombre honrado, sobrio, arreglado de conducta y enemigo de la sota de copas, y si le gustaban las mujeres, el juego y el vino hasta, el escándalo y la degradación, era... que no podía remediarlo.
Dirigía una frase cariñosa a su esposa y a sus hijos, tomaba la escopeta, llamaba a los perros, y si el cielo sonreía íbamos a terminar el día en el campo empapado de agua. Hasta noviembre duró aquella vida fácil, familiar, sin grandes expansiones, pero con el abandono sobrio y confiado que Domingo sabía poner en todo lo que no estaba mezclado con asuntos de su vida íntima.
Nuestros dos franceses no habían apenas probado los vinos desde el principio de la comida. Julio Harvey, que era muy sobrio á causa de la gota, resultaba un triste anfitrión. Sorege tenía entablada una conversación, que parecía interesarle mucho, con Geo Seligman, el gran introductor de acciones de minas de oro en el mercado europeo.
Era generoso, y una vez casi lloró porque lo mandaron al Once de Septiembre y no le dieron dos pesos de los viejos para el tramway; era suertudo en lides de amor, y la mujer se le escapó con un sepulturero de la Recoleta, que se iba como administrador del Cementerio de Navarro ; era sobrio y por lo general lo arrestaban por ebrio; y era valiente, y hubo que darlo de baja porque desertó una consigna, perseguido por unos vendedores de diarios, que le quitaron el machete y el kepí.
Aresti, recordando los dos Alcides que con la porra en la mano, y al aire la soberbia musculatura dan guardia á los blasones de armas de la provincia, decía hablando de él: «Mi primo se ha escapado del escudo de Vizcaya». Era sobrio en palabras, como todos los hombres que tienen el pensamiento y la acción en continuo uso.
Maltrana se alegró al verle. «El vecino», como él le llamaba, habíale siempre inspirado gran simpatía. Muchas veces, de chiquitín, entraba en su cuartucho, y sentándose en sus rodillas, le acariciaba el recio bigote, haciéndole preguntas sobre las aventuras de su vida. Era un aragonés, parco en palabras, rudo, sobrio, habituado a la obediencia.
El segundo día de la movilización, la gente agolpada en las inmediaciones de la estación del Este las vió llegar vestidas de negro, con un traje sobrio y casi monacal, un pequeño sombrero semejante á una gorra, un bolsito de mano y un paquete con lo más indispensable para la vida: dos camisas, dos pares de medias.
Consistía no tanto en la paridad de los rasgos fisonómicos como en la analogía de las inflexiones de voz y del ademán sobrio y enérgico; consistía principalmente en un idéntico temblor de los párpados y de los labios bajo el golpe de una irritación súbita.
Entusiasta por los intereses públicos y las bellas causas; sobrio de palabras y grave en sus convicciones; laborioso y persuadido de la nobleza del trabajo, sus costumbres son puras, sin gazmoñería ninguna, y en todos sus actos manifiesta tener la conciencia igual del derecho y del deber.
Palabra del Dia
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