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2 y los esparcirán al sol, y a la luna, y a todo el ejército del cielo, a quien amaron, y a quienes sirvieron, y en pos de quienes anduvieron, y a quienes preguntaron, y a quienes se encorvaron. No serán recogidos, ni enterrados; serán por muladar sobre la faz de la tierra.

Nos sirvieron de postre unas chirimoyas, fruta tropical, y mi amigo, con su chirimoya en la mano, comenzó a hablarme de la autonomía catalana. Yo le miraba, a la vez que le oía, y tenía una sensación así como si fuese de la chirimoya de donde mi amigo sacaba las ideas.

En seguida le sirvieron en el mismo gabinete, donde ardía un fuego delicioso, una taza de caldo confortador y después algunas viandas, aunque con la debida cautela, por la flojedad en que debía hallarse su estómago: subieron además de la bodega el vino más exquisito y añejo.

Sin embargo, lo mas conforme á razon es que todos los cristianos que incitaron á los árabes á esta conquista, i les dieron calor en tamaña empresa, fueron pocos en número, i esos sirvieron de guia al ejército árabe para domar las fuerzas de los que intentaban atajarle el paso.

En muchas lenguas de las que me ocupan, veo una relación entre el nombre de diez y el de una medida. El marquesano tipoo, que significa una medida de un palmo, está compuesto de una contracción de pití, tahitiano, que significa uno, y de poo, palmo de la mano; lo que demuestra que, como los europeos, se sirvieron de las manos para medir.

Semejantes monstruos desaparecerán á la primera ojeada que echen sobre la escena la razón y el buen sentido; hablo también de aquéllos, justamente celebrados entre nosotros, que algún día sirvieron de modelo á otras naciones, y que la porción más cuerda é ilustrada de la nuestra ha visto siempre y ve todavía con entusiasmo y delicia.

Aquí se volvieron á pasar los 22 arroyos y los grandes bañados, y habiendo salido de ellos, llegamos á las seis de la tarde al arroyo de San Pedro de Alcantara, adonde se hizo noche, este dia se cazaron algunas liebres y venados, que nos sirvieron de sustento. Dia 1.º de Noviembre.

El abate Constantín, sin embargo, comió con buen apetito, y no retrocedió ante dos o tres copas de champagne. No odiaba la buena mesa. La perfección no pertenece a este mundo, y si la gula es, como lo dicen, un pecado capital, cuántas buenas gentes irían al infierno. El café lo sirvieron sobre el terrado del castillo.

Sirvieron en seguida el chocolate humeante y espumoso, y mientras don Manuel lo tomaba a sorbos, con esfuerzo, el cura y el maestro lo saboreaban con deleite, mojando en los delicados pocillos hasta el último bizcocho y la última rebanada de pan rustrido.

Así es que Pepita habló en aquella ocasión y se mostró tal como era. Su alma, con cuanto había en ella de apasionado, tomó forma sensible en sus palabras, y sus palabras no sirvieron para envolver su pensar y su sentir sino para darle cuerpo.