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Actualizado: 31 de mayo de 2025
¡Es cierto!... Hay que buscarle alojamiento... ¿En sus piezas no cabría?... ¿De dónde?... Si el patrón hubiera hecho los cuartos que dijo... ¿Y en los galpones?... ¿Qué?... ¿la piensa poner con los peones? En el cuarto de Águeda. Sólo bajo la cama... si la vieja duerme en el cuartito de las herramientas, ¿sabe? que es un brete. La pondremos entonces en el cuarto de las sirvientas, ¿no le parece?
¡Pero, Medea!... ¡Silencio! ¡hombre sin pudor!... ¡habráse visto canalla igual!... ¡corriendo las calles de noche, echando cuchufletas a las sirvientas en las puertas de calle! ¡Vea usted! ¡Esa manga denuncia al canalla!
Nos vamos a una salita, donde hay un espejo de cuerpo entero. La doncella y las sirvientas comienzan a traer trajes. Los hay de todos colores y formas: blancos, azules, marrones, grises, color de lirio, de violeta, de rosa; están todos los matices de la flora; unos muy escotados, otros poco, otros nada.
La llave del desván quedó en poder de las sirvientas de los señores Adorno y Salvago, para que pusiesen en franquía a la vieja Claudia y a los señores Carvallo y Acevedo, a las tres horas de haber salido de la quinta Morsamor y su acompañamiento. La nave que mandaba Morsamor era grande y capaz y él podía tripularla a su antojo. Con holgura, pues, instaló en ella a su gente.
Era un hombre pequeño, encorvado, de cabeza blanca, miserablemente vestido, con un sombrero blando, grasiento, de color gris, echado a un lado; un verdadero florentino típico del pueblo. En los mercados lo conocían con el nombre de «Babbo Carlini», según supe después, y las cocineras y sirvientas encontraban placer en hacerlo el blanco de sus travesuras y bromas.
Todas las mañanas, al despertar, sufría un rudo choque en sus gustos. Lo primero que contemplaba era una habitación «sin personalidad», una vivienda que nada tenía de él, arreglada por las sirvientas con limpieza prolija y falta de lógica, que cambiaba incesantemente el emplazamiento de las cosas.
Hacía días que se venía anunciando el regreso de las tropas, y mi tía, cuya casa estaba situada en una de las principales cuadras de la calle de la Victoria, aceptando la oferta de su gran amigo correligionario don Narciso, tenía ocupadas a todas las sirvientas de la casa en coser piezas y piezas de coco blanco y azul para adornar los balcones con ellas y con una gran cantidad de banderas y gallardetes de toda clase que le había prestado, según ella contaba, un comisario de policía, gran amigo suyo.
Entonces haríais bien en bajar la criatura aquí dijo la excelente señora Kimble, vacilando, sin embargo, en poner en contracto las ropas manchadas de la niña con su bata de raso . Voy a decirle, a una de las sirvientas que venga a tomarla. No, no, no puedo separarme de ella; no puedo darla dijo Silas bruscamente . Vino espontáneamente hacia mí; tengo el derecho de guardarla.
Sirviéron en ella quatro sopas con dos papagayos cada una, un buytre cocido que pesaba doscientas libras, dos monos asados de un sabor muy delicado, trescientos colibríes en un plato, y seiscientos páxaros-moscas en otro, exquisitas frutas, y pastelería deliciosa, todo en platos de cristal de roca; y los mozos y sirvientas del meson escanciaban varios licores sacados de la caña de azúcar.
Palabra del Dia
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