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Actualizado: 7 de junio de 2025
De pronto, como revelación de una recaída hacia un misticismo más doloroso o más elevado, había escrito seguramente por una coincidencia fortuita con el poeta Longfelow Excelsior, Excelsior, Excelsior, repetido entre una porción de signos de admiración.
El salon del senado, magnífico como todos los del Palacio Ducal; hay dos inmensos cuadrantes que en vez de minuteros tienen los signos del zodíaco para señalar las horas: cuadros de los primeros artistas, techo de molduras, puertas de ébano.
El autor trazaba cruces, círculos, signos griegos, árabes..., figuras ininteligibles, todas las llamadas imaginables, para fijar la atención del tipógrafo. Tiras de otro papel atiborradas de escritura iban adheridas a las pruebas con alfileres». Gautier escribía muy de prisa.
Los terrapleneros hacían montañas de tierra, donde sepultaban los cadáveres: los mexicanos ponían sus templos en la cumbre de unas pirámides muy altas: los peruanos tenían su «chulpa» de piedra que era una torre ancha por arriba, como un puño de bastón: en la isla de Cerdeña hay unos torreones que llaman «nuragh», que nadie sabe de qué pueblo eran; y los egipcios levantaron con piedras enormes sus pirámides, y con el pórfido más duro hicieron sus obeliscos famosos, donde escribían su historia con los signos que llaman «jeroglíficos».
Mientras el poeta de los ojos tiernos dejaba escapar de su boca esta cascada de elogios, D.ª Fredesvinda, grave y atenta, hacía con la cabeza signos de aprobación: el gesto era tan benévolo, tan protector, que es imposible que su émula la reina de Suecia fuese más allá en este punto.
Además, lo que absorbía su atención, por el momento, era andar lista para que Muían no la cogiese un pie entre los suyos debajo de la mesa, excesillo disculpado por el amor del novio y favorecido por la clásica camilla, con su largo refajo de bayeta verde que caía hasta tocar en el suelo. Don José estuvo haciendo con la cabeza signos de asentimiento mientras habló Pepe.
El seis que en el primer supuesto era un número muy difícil de contar, será ahora tan fácil como antes lo era el tres; pues repitiendo dos, dos y dos, se tendrá seis. La atencion que antes se dividia en seis signos, se divide ahora en solo tres.
Este lance desgraciado causó una penosa impresión en don León por tratarse de dos amigos igualmente queridos, y bajo el sentimiento que le produjo escribió la composición que he mencionado, donde menudeaban los signos de admiración, los puntos suspensivos, las amargas reflexiones y los gritos de dolor, todo ello sostenido en un tono severo y digno, como el de las elegías clásicas.
Y viendo que el otro hacía signos negativos, levantóse, y recogiendo la capa, que se le caía, dió algunos pasos hacia D. Juan, le puso la mano en el hombro y le dijo: «Es que usted no quiere tratar conmigo, por aquello de si soy ó no soy agarrado. ¡Me parece á mí que un doce! ¿Cuándo las habrá visto usted más gordas! Me parece muy razonable el interés; pero, lo repito, ya no me hace falta.
Sospechando en seguida por ciertos signos de dónde procedía el obstáculo, mientras engullía el almuerzo silenciosamente, arrojaba miradas furiosas sobre su esposa y Flora. En cuanto terminó se levantó con violencia del escaño, sacó la flauta de las alforjas y se fué camino del molino, donde había una molinera obesa con quien también daba celos á D.ª Robustiana.
Palabra del Dia
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