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Me dio cuenta de que aún no había hablado con su padre, porque éste se había retirado tarde. «No importa; en cuanto se despierte voy allá y en cuatro palabras le pongo al corriente de todo. Pierda usted cuidado, que ha de hacer en su obsequio lo que pueda. Pidiéndoselo yo...» A pesar de las seguridades que me daba, no dejé de sentir cierta inquietud.

Y no bastaban a tranquilizarle las seguridades que le daban sus compañeros, fundándose en el instinto y la firmeza de las cabalgaduras.... ¡No era mucho, a la verdad, semejante garantía, única con que, de tejas abajo, contaban en ciertos pasos peligrosos!

Entre las seguridades del Marenval presente y las reticencias del Marenval pasado había tal desacuerdo, que eran necesarias muchas palabras para ponerlas en armonía. Un orador mucho más elocuente que Marenval hubiera fracasado en tal empresa.

A cuya sombra excelentísima la invidia me mirará ociosa, la emulación muda, y desairada la competencia; que con estas seguridades no naufragará esta novela y podrá andar con su cara descubierta por el mundo. Guarde Dios a V.E., como sus criados deseamos y hemos menester. Criado de V.E., que sus pies besa, LUIS V

Con estas seguridades, reforzadas por la orden que llevaba el Victoria de que así que llegase a Honda volviese en nuestra busca, y animado por la ventaja de ganar los cinco días que me habría sido necesario esperar para tomar el vapor del 30, resolví bravamente el embarco en el Antioquía. Júpiter quería perderme sin duda, y me enloqueció en ese momento.

El duque los examinó rápidamente. Eran los papeles que le había robado el tío Manolillo, y que le tenían sujeto. ¿Qué precio queréis por estos papeles, don Francisco? Yo no vendo seguridades ni en ser soplón he pensado nunca. Lo que quería ya lo tengo, una audiencia vuestra. El duque se acercó á una bujía y quemó uno por uno aquellos papeles.

Está decidido que no sirvo para pedir licencia. Otro al canto; un testaférreo; un sueldo al testaférreo; seguridades contra seguridades, fianza, depósito, licencia, en fin.

Mesía y su adversario temblaban como las ramas de los árboles que batía el viento.... Tan grande fue el chaparrón que los padrinos suspendieron el duelo... que no se continuó. «No habían ido a batirse contra los elementos». Mesía quedó incólume y Crespo implícitamente le dio seguridades de que guardaría el secreto de aquel trance ridículo y de la cobardía del Tenorio vetustense.