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Actualizado: 10 de junio de 2025


La primera doncella se opuso: los señoritos habían madrugado; luego el viaje no tenía más remedio que haberles fatigado; debían acostarse temprano. ¿Qué iban a hacer sino someterse? Pero en aquel instante sonó el timbre de la puerta. Un joven que traía un bulto debajo del brazo quería verles.

Aborrecía a los señoritos; le gustaban los hombres con sombrero pavero, y si llevaban zajones, mejor; pero muy hombres, oliendo a cuadra y a macho sudoroso.

Como nosotros, iban muchos con el mismo objeto. Otros venían; de suerte que había bastante movimiento de coches en el camino. También se veían algunos señoritos, en traje de chulo, montando los hermosos y petulantes caballos de la tierra. Ningún buen aficionado de Sevilla, por lo que pude entender, deja de ir a Tablada la víspera de la corrida.

Deje, señor, deje que rebrinquen los señoritos, que la erba yo la apañaré... en sin perjuicio.... La Regenta, con la cabeza cubierta de heno, con los ojos medio cerrados, no pudo ver al Magistral hasta que se acabó la broma y le tocó salir del pozo... con ayuda de don Álvaro y los que estaban fuera.

Tápense bien, que hace mucho frío... ¡Hasta mañana, señoritos! Fernando se conmovió con las palabras de la buena mujer. ¡Cuándo sería ese mañana!... Mañana vendría su viejo criado a levantar la casa, a llevarse aquellos muebles que él le regalaba para evitar la profanación de una venta. Ella, al dar algunos pasos en la calle, se detuvo y ordenó imperiosamente: ¡Escupe!...

El capataz creía vivir en el mejor de los mundos contemplando a sus hijos corretear por los senderos de la viña con dos de los señoritos de la casa, mientras el mayor, el futuro dueño, a pesar de ser todavía un niño, se mantenía al lado de su madre, imitando sus gestos altivos.

Aquellos curas armados y vociferantes, los aldeanos fuertes y sumisos como bestias, los señoritos con aires de cabecilla, eran el eterno enemigo. Los soldados husmeaban en ellos á los que en otro tiempo habían asesinado en las montañas á sus hermanos, y que aun ahora deseaban volver á la lucha de emboscadas.

Sólo por los ruegos de Clara, a quien adoraban, consintieron en quedarse. Hacía ya dos meses que había nacido el niño y corrían los últimos días del mes de junio. Una noche, antes de ponerse a comer, cuando aún estaba Tristán en su despacho, entró una doncella a anunciarle que preguntaba por él aquel caballero que los señoritos llamaban paisano...

En Cádiz, en el Puerto, en Sevilla y en otros lugares andaluces, había pasado su primera mocedad, tratándose con majos, contrabandistas, chalanes y otra gente menuda, sin picar al principio muy alto y sin elevarse sino muy rara vez hasta los señoritos. Así es, que en dicha primera mocedad, había sido algo descuidadilla.

Vestía de un modo semejante a los chulos, como sucede ordinariamente con los señoritos en Andalucía; pantalón muy apretado, chaqueta corta y apretada también y hongo flexible. Aprovechando un momento en que nos encontramos al pie del manantial bebiendo el agua, me creí ya en el caso de dirigirle la palabra. Tengo entendido que es usted mi compañero de cuarto, caballero.

Palabra del Dia

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