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Actualizado: 29 de mayo de 2025


¡Fuego! ¡por Santiago! ¡Fuego! Tirad sobre el caballo y sobre la pluma blanca, y sobre el mismo bandido gritaba el oficial al que se distinguía perfectamente, porque su tropa se había parapetado detrás de una rampa, y desde allí hacía un fuego nutrido y continuo sobre los contrabandistas.

Si usted se explicara más, señora marquesa... No hay para qué, señor don Santiago. Yo me entiendo bien, y esto sobra para . Para usted, bástele la seguridad de que no he de encomendar a la justicia el trabajo de liquidar las cuentas entre ambos. Podré ser gastadora, pero no desagradecida. La Esfinge la miró entonces con ojos de curiosidad.

El paso de la Cordillera es mas suave, accesible, y no tan elevada como la que conduce á Santiago.

En 1407, nevó tanto que había en tierra llana mas de ocho palmos de nieve que duró mas del mes de Marzo. En 1413, fue a Teruel, San Vicente Ferrer y estuvo detenido en la Iglesia de Santiago.

En menos de un año se ha abolido el voto de Santiago; ha habido también sus sesiones de Próceres alguna vez; y si en menos de un año se ha puesto la facción sobrado pujante, también en menos de un año han penetrado los primeros talentos de España, que era preciso, por fin, hacer un esfuerzo.

Sus principales esfuerzos se dirigian á las trincheras que mandaban D. Francisco Barreda, D. Juan de Monasterio y D. Juan de Cáceres, porque reconocieron desde el dia antecedente, que ya estaba abandonado el Castillo de Santiago, cuyo fuego las ponia á cubierto, é impedia á los rebeldes acercarse demasiado á ellas; como lo egecutaron avanzando repetidas veces con obstinacion, sin embargo de haber sido siempre rechazados.

Quedò por capitan aquí nombrado Un Pablo Santiago; pues camina Al puerto de Ibiac

Santiago se desprendió bruscamente de los brazos de su hermano y comenzó a gritar salpicando sus palabras con fuertes interjecciones: ¡Un coche, un coche! ¿no hay un coche por ahí?... ¡maldita sea mi suerte!

Sus brazos se abrieron; dejó el trozo de granito que oprimía con fuerza, abrió desmesuradamente los ojos... y desapareció. ¡Gracia! ¡gracia! ¡Dios mío! ¡me ahogo! aulló el fraile que se debatía entre las olas. ¡Cómo! dijo el oficial , ¡aun vive el impío! ¡fuego, pues, por Santiago!

En seguida se sentó junto á la mesa, y abrió su libro de devociones. No tardó mucho un gentilhombre en decir á la puerta de la cámara: Señor: don Francisco de Quevedo y Villegas, del hábito de Santiago, señor de la Torre de Juan Abad. Y pobre dijo entrando en la real cámara Quevedo. Se detuvo el gentilhombre y Quevedo adelantó. El rey seguía leyendo, como si no hubiera visto á Quevedo.

Palabra del Dia

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