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Actualizado: 5 de noviembre de 2025


No, amigo mío; no se trata de nada relacionado con vuestro comercio. ¿De qué se trata, pues? De otra cosa completamente distinta. Al señor le han cortado la nariz esta mañana. ¡Ah, demontre! ¡pobre hombre! ¿Quién ha hecho esa villanía? Un turco; pero esto es lo de menos. ¡Un salvaje! Sabía ya de referencia que los turcos eran salvajes; pero no creí que les dejasen venir a París.

Los jóvenes salvajes, aunque poco dados en general a la literatura, recibían no obstante su influencia. Lo que entre ellos priva son los folletines y las novelas de salón. Estas, novelas trazan la figura de un hombre ideal lo mismo que los libros de caballería.

Como hombre enteramente resuelto a gozar todos los placeres de la existencia, no limitaba sus relaciones a un círculo determinado. Tenía amigos y amigas, más particularmente amigas, en todas las clases de la sociedad. Era tertulio del club aristocrático de los Salvajes, del Casino, del Suizo, de la cervecería Inglesa y del café del Siglo.

Pero no veían las montañas más que de lejos: divisaban sus blancas cimas á través de desgarradas nubes y se las figuraban tanto más bellas cuanto más salvajes y más difíciles de recorrer eran las llanuras de la base.

Hoy se entiende asimismo nombrar á los salvajes de carácter sanguinario del Norte de Luzón; pero el etnógrafo aleman Hans Meyer y luego el Dr. Schadenberg, dicen que únicamente deben llamarse así los infieles que pueblan Benguet y Lepanto.

Sobre esto se habló mucho, y el forastero sacó a relucir otras cosas. «Yo de decir que cuando paso la frontera para acá recibo las más tristes impresiones. Habrá algo que admirar; a se me esconde, y no veo más que la grosería, los malos modos, la pobreza, hombres que parecen salvajes, liados en mantas; mujeres flacas... Lo que más me choca es lo desmedrado de la casta.

428 Y las aguas serenitas bebe el pingo trago a trago, mientras sin ningún halago pasa uno hasta sin comer, por pensar en su mujer, en sus hijos y en su pago. 429 Recordarán que con Cruz para el desierto tiramos en la pampa nos entramos, cayendo, por fin del viaje, a unos toldos de salvajes, los primeros que encontramos.

Hacía la vida del hombre de mundo; entraba en las casas más aristocráticas de la corte; trataba familiarmente a la mayoría de los personajes de la banca y la política; era socio antiguo del Club de los Salvajes, donde se placa en bromear todas las noches con los jóvenes aristócratas que allí se reunían, quienes le trataban con harta confianza que no pocas veces degeneraba en grosería.

Los tinguianes es otra raza que se extiende por las montañas del Este de Ilocos hasta la provincia de Abra: son mucho más civilizados que los igorrotes, y casi no merecen la denominación de salvajes.

Otros dos salvajes, que se distinguían por sus desaforados gritos y que iban delante de los demás, animándolos, cayeron a unos cuatrocientos pasos de nuestros jóvenes. La muerte de aquellos dos hombres, uno de los cuales era brujo o sacerdote, pareció excitar la furia de los salvajes.

Palabra del Dia

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