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Actualizado: 20 de junio de 2025
Por lo demás, de la fusión de estas tres familias ha resultado un todo homogéneo, que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidad industrial, cuando la educación y las exigencias de una posición social no vienen a ponerle espuela y sacarla de su paso habitual. Mucho debe haber contribuído a producir este resultado desgraciado la incorporación de indígenas que hizo la colonización.
Ni la plática afectuosa y elocuente del penitenciario, ni las bromas incesantes de Manuel Antonio mientras tomaban el desayuno, ni las caricias de Jovita, ni la alegría afectada, ruidosa, de su padre lograban sacarla de su extraña distracción. Clareaba el día, un día triste, nublado, que se filtraba melancólicamente por los cristales.
Yo soy como Dios me crió... y usted también... Pero no he de estar hecha una esclava todo el santo día al pie del fogón, sin poder disponer de un minuto... Bueno... bueno... bueno: entonces me quedaré en casa... no hay nada perdido, mujer. No, señor, no; váyase con el sobrino de paseo, que aquí queda la esclava tostándose la piel, hasta que al señor se le antoje sacarla del fuego.
Porque con este honorable gremio, Villaespesa ha sido un águila. Una vez empeñó una calavera, asegurando que volvería a sacarla, porque era un recuerdo de familia. Estos episodios pertenecen a la época heroica de mi generación literaria.
Después de cenar en la borda, los tres hombres sacaron las muías y continuaron el viaje subiendo por el monte Larrun. Era la noche fría, comenzaba a nevar. En los caminos y sendas, llenos de lodo, se resbalaban los pies; a veces una mula entraba en un charco hasta el vientre y a fuerza de fuerzas se lograba sacarla del aprieto. Los animales llevaban mucho peso.
Desde entonces pasaba horas y horas acicalando la espada en sus menores intersticios; y se complacía en sacarla a la luz para hacer correr una llama de sol a lo largo de la hoja, en empuñarla y blandirla con fuerza, en hacerla resoplar en el viento.
Su situación en aquella casa fúnebre, la tristeza en que vive y se consume, ¿no serán causa de que desee libertad, vida, afectos, todo lo que allí no tiene, ni puede, ni sabe darle ese joven indiferente, ocupado por la pasión política? Confiese usted que la situación era la más á propósito para que yo aspirara á merecer de ella algo más que gratitud. Resolví sacarla de allí, llevármela.
En el caso aquél no era la venta corriente, sino la de una res estropeada y enferma, y había que dar mucho dinero encima para sacarla de casa. Nada, hay que llevarla de aquí cuanto antes dijo el vicario ; que vaya a vivir a otro pueblo o a un caserío lejano, y nadie tendrá en cuenta si la criatura ha nacido antes o después del plazo legal.
El conde se irguió decidido y amenazador: ¿Qué es eso? dijo con voz áspera. ¿Tenemos dudas? ¡Dios me perdone! ¿Acaso remordimientos? ¿Está usted loca? ¿Olvida usted en qué condiciones intervine para sacarla del atolladero cuando la enloquecía el terror? ¿Es que va usted á ser ingrata, querida? Eso sería una debilidad y una gran imprudencia.
Sin que pareciese que se daba cuenta de ello, la joven se había extendido largamente al hablar de las circunstancias novelescas de su encuentro en África, donde él había desplegado una admirable sangre fría y un raro valor para sacarla, a ella y a su tío, de las garras de una tribu de tuaregs en que se habían aventurado imprudentemente.
Palabra del Dia
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