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Actualizado: 20 de junio de 2025
Saliónos a recebir todo el pueblo, que ya de alguno que se había adelantado sabían la nueva de nuestra venida.
Cuestión de riñas no sería, pues en 1850 no era esta novedad bastante para reunir todo el campamento. No solamente quedaron desiertos los fosos, sino que hasta la especería de Tut contribuía también con sus jugadores, quienes, como todos sabían, continuaron reposadamente su partida el día en que Pedro el francés y Kanaka Joe se mataron a tiros por encima del mostrador, frente mismo de la puerta.
4 Mas su padre y su madre no sabían que esto venía del SE
De este modo se libraba de un compromiso. En efecto, los partidarios de Belinchón, por su número, por su riqueza y por la buena maña que se dieron, lograron triunfar en toda la línea. La lucha, últimamente, se había concentrado en el punto por donde se presentaba don Roque. Los del Camarote sabían que si éste era elegido, la batalla estaba ganada.
Otros ponían de punta en medio de un bosque tres piedras grandes, y una chata encima, como techo, con una cerca de piedras, pero estos dólmenes no eran para vivir, sino para enterrar sus muertos, o para ir a oír a los viejos y los sabios cuando cambiaba la estación, o había guerra, o tenían que elegir rey: y para recordar cada cosa de éstas clavaban en el suelo una piedra grande, como una columna, que llamaban «menhir» en Europa, y que los indios mayas llamaban «katún»; porque los mayas de Yucatán no sabían que del otro lado del mar viviera el pueblo galo, en donde está Francia ahora, pero hacían lo mismo que los galos, y que los germanos, que vivían donde está ahora Alemania.
Bien sabían las maestras con qué ansias aguardaba la neófita a que se las abrieran; y por saberlo tanto, se complacían en aguijonear sus impaciencias extremando el color de sus pinturas. Todo cuanto se prometía, física y moralmente, en las niñas Leticia y Sagrario, quedó sobradamente cumplido en estas dos jovenzuelas.
Avanzaban los músicos quedamente a lo largo de los corredores todavía iluminados por la luz eléctrica, y deteniéndose en un cruce, embocaban sus instrumentos, repitiendo la solemne alborada. Los durmientes se agitaban en sus lechos. Todos sabían lo que significaba esta música oída entre sueños. El Coral de Lutero.
Detrás de todos marchaban las Interjecciones, que no tenían cuerpo, sino tan sólo cabeza, con gran boca siempre abierta. No se metían con nadie, y se manejaban solas; que aunque pocas en número es fama que sabían hacerse valer.
Habituados todos á hacer leña en el monte, conocían los diversos ruidos de las hachas como si éstas hablasen. Sabían, por el crujido de la madera, lo que faltaba á cada tronco para partirse.
Y cada vez que abría la boca para hablar en su idioma, ya sabían las señoras cuál iba a ser el exordio: «dice il poeta Virgilio...». Y lo que decía il poeta era una historia leída por el obispo meses antes en cualquier periódico católico. Otra relación de cordialidad se establecía diariamente entre los diversos grupos.
Palabra del Dia
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