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Actualizado: 24 de junio de 2025
Los hijos del amor eran siempre los más hermosos: tenían algo de extraordinario, que rara vez se encontraba en los retoños engendrados por las parejas legales, que procrean por deber y por instinto, durante las noches blancas, de placer triste y monótono, en las que los besos tienen el sabor suculento y vulgar de la olla casera. Sánchez Morueta calló como fatigado por su confesión.
El verde obscuro de las coniferas, después de algunos días de lluvia, adquiría tonos claros merced a los retoños que apuntaban en la cima de las ramas; en cambio la escarcha los marchitaba instantáneamente.
Las tierras del marqués estaban muy necesitadas de abono. Don Acisclo adquirió para sí no pocas ovejas y cabras, las cuales, a trueque de algunas hierbas inútiles y tal vez nocivas y de algunos retoños bajos y viciosos, abonaban bien los mejores olivares del marqués. Necesitaba el marqués más dinero; era menester tomarle prestado; no había quien le diese a menos del 15 por 100.
Guimarán veía con gran satisfacción los progresos de la impiedad en aquel espíritu lleno de pasión; no había llegado don Santos al ateísmo, «pero este era un grado de perfección filosófica que tal vez le venía muy ancho al antiguo comerciante de cálices y patenas». Don Pompeyo se contentaba con arrancarle las raíces y retoños de toda religión positiva.
Pero al otro lado es donde se nos va el corazón, porque allí están, al pie de la torre, como los retoños del plátano alrededor del tronco, los pabellones famosos de nuestras tierras de América, elegantes y ligeros como un guerrero indio: el de Bolivia como el casco, el de México como el cinturón, el de la Argentina como el penacho de colores: ¡parece que la miran como los hijos al gigante! ¡Es bueno tener sangre nueva, sangre de pueblos que trabajan!
Y lo que yo sentía era compasión, pensando en los reyes que llegan tarde a un mundo que no cree en el origen divino, en esos últimos retoños que surgen del tronco carcomido y agotado de una dinastía, llevando en su pobre savia los vicios de las ramas muertas.... Era un joven, enfermo como yo, no por azares de su existencia, sino enfermo desde la cuna, condenado desde antes de nacer a luchar con el mal que le infiltraron con la vida.
Ese Estado se levantará en despecho suyo, aunque sieguen sus retoños cada año, porque la grandeza del Estado está en la pampa pastora, en las producciones tropicales del Norte y en el gran sistema de ríos navegables cuya aorta es el Plata.
Con las disposiciones que yo le conozco a ese pueblo, en diez años de un sistema semejante hubiérase vuelto un coloso; pero las pisadas de los caballos de Facundo vinieron luego a hollar estos retoños vigorosos de la civilización, y el fraile Aldao hizo pasar el arado y sembrar de sangre el suelo durante diez años. ¡Qué había de quedar!
Palabra del Dia
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