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Fernandito quería fotografiarlas en ambos grupos y en sus respectivos trajes, para que publicasen luego un gran grabado de ellas en La Ilustración Española y Americana.

En compañía del duque de Lancaster llegaron á Pamplona, con la vanguardia inglesa, los reyes de Mallorca y de Navarra y el impaciente Don Pedro de Castilla. También se contaban allí apuestos caballeros gascones, procedentes de Aquitania y de Saintonge, de La Rochelle, Quercy, el Lemosín, Agenois, Poitou y Bigorre, con los pendones y fuerzas de sus distritos respectivos.

Las hijas, casadas, se habían ido con sus respectivos consortes. Los hijos, militares, andaban por los campamentos, o de guarnición, o asistiendo y sirviendo en distintas residencias imperiales y regias.

Cantaban en sus diversos latines respectivos y se acompañaban con sus instrumentos predilectos. Cítaras, crótalos, flautas, gaitas, arpas, salterios, trompetas, liras, todo sonaba allí, y el Apóstol hacía el milagro de armonizarlo.

La quina, el arsénico, el carbon vegetal y la manzanilla son los medicamentos mas apropiados en las convalecencias penosas, segun la forma de las lesiones, ya nutritivas, ya orgánicas, ya nerviosas y funcionales, que caracterizan los estados respectivos de cada uno de ellos.

En el tresillo, en el gabinete de lectura, en el billar, en las salas de conversación, de dominó y ajedrez, había siempre las mismas personas, los aficionados respectivos; pero el cuarto del crimen era el lugar donde se reunían todos los oficios, todas las edades, todas las ideas, todos los gustos, todos los temperamentos.

Apenas pude ver a la persona de aspecto distinguido, muy elegante, que le acompañaba. Entramos en nuestros respectivos departamentos casi al mismo tiempo y todavía estaba yo en traje de calle, cuando apareció a la puerta de mi cuarto. ¿De dónde vienes? me dijo. Del teatro. Y le dije cuál. ¿Me buscaste? No fui con intención de buscarte, sólo quería verte le repliqué. No te comprendo.

Los concurrentes jaleaban á Paca, que desde el columpio dejaba oir su voz celebrada. Todas las conversaciones quedaron en suspenso. El grito dulce y poderoso á la vez de la gentil cantaora los había reunido presto á todos en torno del columpio. Mas apenas cesó el canto tornáronse á sus respectivos sitios.

Eran demasiado altivas para negar y sobrado sinceras para afirmar. A todo esto empeñábanse todos en explicar sus votos respectivos; así, que no había manera de entenderse. ¡Ea! dijo el conde de M... Yo voy a dilucidar la cuestión. ¿Usted? , señores, yo mismo. ¿Cómo? Explicándoles a ustedes el amor que mata y el amor que no trunca la existencia.

Hemos brindado juntas muchos <i>paternoster</i>, a modo de copas de vino, en esta iglesia del Carmen y en obsequio de nuestros respectivos difuntos. Señora más enseñorada no la hay en todo Cádiz. En generosidad no, pero en principalidad se monta por encima de cuanta gente conozco, que es medio mundo.