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Actualizado: 17 de julio de 2025
Pedro replicó que su señora no estaba en casa. Hubo de terciar Casilda, que conocedora de la confianza que su ama dispensaba á Quevedo, no tuvo inconveniente en abrir. Entrad y os convenceréis le dijo : si queréis esperar á la señora, esperadla. Dejadme, sin embargo, subir, hija. Subid enhorabuena. Quevedo subió, y con su audacia acostumbrada, lo registró todo, hasta la alcoba.
Hasta había efectuado un registro minucioso en el cuarto de la niña, presintiendo cartitas escondidas, algo que revelase la certeza del noviazgo. Nada había encontrado; pero le daba el corazón que algo existía. Tal vez lo guardaba oculto la aña Nicanora, complaciente siempre con la señorita.
Colocadas a ambos lados de la escalera, las cuadrilleras vigilaban para que el despejo se hiciese con orden; y sentadas ya en sus sillas, esperaban las maestras, más serias que de costumbre, a fin de proceder al registro.
Entendió la mímica Tinito el sabio; y metiendo nuevamente los ojos por el papel, volvió a su interrumpida lectura y al registro campanudo de su voz: «Nuestros ideales... Sal de tu sueño letárgico; despierta ya, ¡oh, Villavieja, pueblo fósil, merecedor de más honrosos destinos!... ¡Despierta y sacude la ignominia de tu mortaja enmohecida por la lobreguez insana de tres siglos de barbarie! ¡Despierta, levántate y contémplate!
Cristeta no quería acostumbrarse a la idea de que su pasión creciese fuera de la Iglesia y a espaldas del Registro civil; pero aún le repugnaba más la posibilidad de perder a don Juan.
Que el Ministro quiere enterarse de los trabajos hechos para el establecimiento del Registro fiscal, que es el gran medio para descubrir la riqueza oculta... Pues toda la casa revuelta; busca por aquí, busca por allá.
Paz con asombro, Salomé con asombro, todos con asombro, y él mismo llegó á creer que era un fantasma evocado, el temeroso espectro del sobrino de Coletilla. Salomé le indicó una silla con el dedo en que tenía las sortijas, y Paz le dijo con el registro de voz más desdeñoso y augusto: Siéntese usted, caballerito.
Entonces cayó en la cuenta de que necesitaría gastar algún dinero, y segura de tener bastante, registró los huequecillos rojos del portamonedas, contó, revisó, pasó las piezas de una parte a otra; pero por más vueltas que daba y trasiegos que hacía, resultaba siempre que apenas tenía dos docenas de pesetas. ¿En dónde estaba lo demás? ¿La habían robado?
Sí exclamé, allí están los veinticuatro escalones de que habla el registro, no hay duda. ¿Vivirá alguien dentro de esa choza? Bajemos e investiguemos indicó Reginaldo ansiosamente, y pocos minutos después descubríamos una estrecha huella que conducía del bosque de castaños directamente a los toscos escalones, los cuales bajaban hasta una angosta abertura entre dos rocas.
Todos le volvieron las gracias; tornáronse a abrazar la Escalanta con Maniferro y la Gananciosa con Chiquiznaque, concertando que aquella noche se viesen en la de la Pipota, donde también dijo que iría Monipodio, al registro de la canasta de colar.
Palabra del Dia
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