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La segunda versión, más trágica y animada que ésta, es la que figura en Recuerdos y Bellezas de España, y dice del siguiente modo: «Sobre un lance del juego de pelota trabaron contienda dos hermanos de la familia de Enríquez de Sevilla con otros dos de la de Manzano : aquéllos sucumbieron en la atroz refriega, y fueron llevados exánimes á la casa de su madre.

Temblaban los cristales, rompíanse los bancos, y el suelo se conmovía. No era de envidiar la situación del bedel á quien se encomendaba el peligroso encargo de encerrar en el número once á los condenados á este castigo después de la refriega. Por eso, toda atención con ellos le parecía poca antes de dar vuelta á la llave que los aseguraba.

Créese que influyó mucho en la feliz terminación de la lucha y en el más pronto despejo de la plaza, el haberse oído de repente el silbato de El Atlante, anunciando su entrada en el puerto; suceso que arrastró al muelle a la mayor parte de los espectadores de la refriega, y aun a algunos de los combatientes que estaban desocupados en el instante de oírse las pitadas del vapor.

El lector que de ella se penetre, y no la olvide al leer la historia, por seguro que se ahorrará muchísimos errores, y sobre todo no desperdiciará tiempo y trabajo en recordar si fueron sesenta ó setenta mil los que murieron en tal ó cual refriega, y si los pobres que anduvieron de vencida, y no pueden desmentir al cronista, eran en número cuadruplicado ó quintuplicado, para su mayor ignominia y afrenta.

Probábalo también la curiosa circunstancia de que, pasada la refriega, quedábanse en sus bancos los acusados tan padres de la patria como el más caballero; y tan frescos y descansados como la madre que los parió. Lo que estos escándalos y aquellos tumultos y los otros motines atolondraban a don Simón, no hay para qué decirlo, conociendo, como conocemos, su sencilla buena fe.

Luego se dispuso el que contasen los cuerpos, y se hallaron 102: no se duda el que fuesen mas los muertos, pero como fué tanto el desparramo y los lugares tan escabrosos, no se pudo saber con exactitud esta diligencia. En esta refriega perdimos un hombre.

De don Pedro Miranda, absteníanse de murmurar los murmuradores, no por otra razón sino por tenerle solicitado para que dejase la participación en el periódico, a lo cual le veían inclinarse desde la refriega de los clérigos; pues era don Pedro cristiano viejo y muy grande amigo del capellán de las Agustinas.

Ceñido siempre el arnés de batalla, no punto de reposo á los enemigos del Islam, y mientras el Califa se hunde con la gloria de los Umeyas en su lecho de flores, hace él que sus soldados recojan cuidadosamente despues de cada refriega el polvo de sus arreos militares para que á su muerte no le sepulten en otra tierra que la recogida en sus innumerables victorias.

Lo copiado da idea harto exacta de aquellos sucesos, que tuvieron término al tercer día ó sea el 10 de Marzo, en que se libró una verdadera batalla en las calles, entre el pueblo hambriento y las autoridades y los nobles, cuyos resultados fueron funestos para los amotinados, pues la fuerza armada los venció y en la refriega perecieron muchos infelices de los que se habían alzado pidiendo pan.

Los indios mas inmediatos á Cuyabá por el norte son los Paresis y los Barbudos: estos nunca se rinden á los portugueses, porque ó han de vencer, ó han de quedar muertos en la refriega.