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¡Si te viesen tus amigas de antes, chiquilla!... Estás hecha una señorita; el día en que menos lo esperes te compro un sombrero. Había adquirido Feli su traje en una tienda de modas de la calle de Toledo. La sedujeron unos maniquíes colocados en la acera como si fuesen damas sin cabeza, vestidas de colorines y alineadas para una recepción.

Regresó después á la corte, y entonces, como antes, se consagró con particular afición á escribir para el teatro. En el año de 1649 recibió la comisión de trazar y describir el arco de triunfo, erigido para la recepción de Doña Mariana de Austria.

El cuerpo de Bomberos obsequió con una recepción al valiente militar, que ha sabido con exquisito tacto atraerse la confianza y las simpatías de toda esta comarca, que en él á su heroico defensor. Lacoste ha enviado varias cartas á las personas alzadas, recomendándoles vuelvan á la legalidad, pues la protesta armada ha degenerado en guerra y ésta ha fracasado.

En resumen, D. Narciso se sentía minado en los cimientos y temía a cada instante venir al suelo. No es maravilla, pues, que la mirada y el saludo con que acogió al joven presbítero fuesen menos afectuosos de lo que debía esperarse. No recordaba poco ni mucho la amable recepción que San Juan Bautista, maestro querido y celebrado, hizo al joven y divino discípulo que le había de eclipsar en seguida.

A estas preguntas, que algunos aficionados a las letras nos hacíamos, respondió, como si estuviera en nuestro pensamiento, don Enrique Nercasseau y Morán, en su discurso de recepción leído ante la Academia Chilena, correspondiente de la Española, el día 21 de noviembre de 1915 : «La novela toda de Vélez de Guevara dijo es una sátira cortés de la sociedad de su tiempo, felicísima en la mayor parte de sus cuadros, y no afeada por la licencia y crudeza tan comunes en las novelas de la época.

Don Acisclo se alegró mucho de esta venida, que iba a darle la mayor importancia; pero tuvo que afanarse para disponer bien las cosas, a fin de hacer a D. Jaime Pimentel una brillante recepción.

También, y más de una, cuando ya era tarde fue la severa respuesta, que dejó a la doncella callada y confusa. ¿Cómo es que el Rey se halla aquí, en tierras del Duque? pregunté para romper el embarazoso silencio. El Duque lo invitó, mi buen señor, a que descansase aquí hasta el miércoles, mientras él preparaba la recepción del Rey en Estrelsau. ¿Es decir que son buenos amigos?

De pronto, sin razón ostensible, cinco o seis familias fijan su día de recepción, donde se baila, se conversa, se pasan noches deliciosas. De tiempo en tiempo, un gran baile, tan lujoso y brillante como en cualquiera capital europea, o entre nosotros. Mis primeras impresiones al aceptar invitaciones de ese género o pagar visitas, fueron realmente curiosas.

La tertulia de doña Inés estaba más animada y concurrida que nunca, sobre todo los jueves, día de gran recepción. En la sala había una hermosa chimenea de campana, sobre la cual, así como en la puerta de la casa, relucía el escudo de armas de la familia.