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Actualizado: 9 de mayo de 2025


También me acuerdo mucho de las visitas que nos hacía Nolo los sábados por la noche. Si viene por Canzana...» Arrepara, Nolo, arrepara esta C. Parece talmente dibujada por un escribano. ¡Qué rasgos, eh! ¡qué plumeo! El pobre Nolo no tuvo más remedio que admirar aquella artística letra en el momento crítico en que deseaba comerse las que seguían.

Tan grande era la semejanza, que hallándose un verano en un pueblo de baños, un caballero anciano la habló, comprendiendo quién era sin que nadie se lo dijese, porque a voces lo declaraban los rasgos su fisonomía.

Gibraltar, asentada en su roca monumental y prolongándose en anfiteatro hácia la cima hasta perderse entre picos abruptos, fortalezas y bosquedllos artificiales, tenia, á la luz ya vacilante de las seis y media de la tarde, no qué de fantástico y severo por su conjunto, y al mismo tiempo mucho de oriental, de voluptuoso y poético por sus rasgos y melancolía del momento.

Pintaba a veces, con rasgos dignos de Molière o de Balzac, el tipo del avaro, del borracho, del embustero, del jugador, del soberbio, del envidioso, y después de las vicisitudes de una existencia mísera resultaba siempre que lo peor era para él. Su estudio más acabado era el del joven que se entrega a la lujuria.

Isidora rompió a reír, y después, haciendo gala de uno de sus talentos más brillantes, el de retratar en cuatro rasgos a una persona, se explicó así: «¿No le conoces? Si le hubieras visto alguna vez no le olvidarías. Es un galán viejo con la cara sonrosada.

Rivero y Tschudi no las descuidaron, y fueron los primeros autores que con una masa considerable de materiales, distinguieron, aunque á grandes rasgos, los centros civilizados y las razas del Perú antíguo, antes de la fundacion del reino incásico, refiriendo el orígen de este reino á la raza que llaman Aimará.

Sobresale en este drama el carácter del Emperador, magistralmente diseñado, y junto á él el retrato seductor, por la verdad y lozanía de sus rasgos, del joven Don Juan de Austria.

El conde Alarcos, de Mira de Mescua, es en todo inferior á la del mismo título de Guillén de Castro . En La tercera de misma y en El Fénix de Salamanca imita á Tirso de Molina, pero sólo en sus más groseros rasgos. Mejor es el plan y el desarrollo de Galán, valiente y discreto. La duquesa de Mantua sospecha que los cuatro pretendientes á su mano se proponen únicamente poseer sus estados.

Tal era el concepto que de la pintura tenían los escritores sagrados y los tratadistas especiales. Estas doctrinas arraigaron con tal fuerza que un siglo más tarde todavía se revelan en rasgos de superstición y fanatismo.

No pocos viajeros se rien de esos y otros rasgos curiosos; por mi parte diré que todo eso me encanta, porque la pulcritud es, en mi concepto, la prueba material del sentimiento de la dignidad y de la pureza moral, ó del candor de las costumbres ó las inclinaciones de una persona ó de una sociedad.

Palabra del Dia

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