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Actualizado: 1 de junio de 2025
Y al sentir que el tiempo pasaba en vacilaciones y negativas, concluyó con amenazar a su hija con el cetro, como un viejo mendigo que levanta el bastón en el medio de la calle para intimidar a los rapaces que le arrojan cascaras y carozos. Cristela sabía que el rey amenazaba con el cetro sólo cuando estaba muy enojado. Tres veces no más le vio hacerlo, y las tres en graves circunstancias.
Si no se hubieran aprovechado de nuestra ausencia para abandonarse a sus instintos rapaces, todos estarían vivos y a bordo de este buque. Es verdad. Nosotros lo hubiéramos intentado todo por salvarles. Pero ¿qué dirá nuestro armador al vernos regresar sin olutarias y sin tripulación? Peor caso es el de muchos otros pescadores, que perdieron los buques y la vida. Es cierto, Van-Horn.
Mi suegro desacredita y niega mil cosas convencionales y rutinarias. Desde Quevedo acá, se ha tenido por corriente que los escribanos sean rapaces, taimados, venales y, por añadidura, feos como demonios, zanquilargos, flacos, largos de nariz y de uñas, sucios y mal educados.
Iba á tomar la palabra y rebatir con intrincada y feliz argumentación las ideas de D. Félix; pero en aquel instante por el camino cortado en la colina que domina la iglesia aparecieron Nolo de la Braña y su primo Jacinto de Fresnedo. Ahí está el hijo del tío Pacho de la Braña dijo un vecino. Esta noche los de Lorío metieron en casa á nuestros rapaces, pero no llegaron á la suya riendo.
El rapaz que está prisionero es el más descomedido e insolente de los rapaces. Me sorprendió al pasar yo sola por la galería, me requebró con desenvoltura, me asió luego entre sus brazos, y a pesar de mi resistencia y de mis gritos, me dio muchos besos. No sé cuántos, porque me los dio tan de prisa que no tuve tiempo para contarlos.
Los pupitres de los salones y del fumadero estaban ocupados por hombres y mujeres que escribían y escribían, teniendo ante ellos un montón de cartas cerradas con las direcciones puestas. Por encima de sus cabezas pasaban manos rapaces, apoderándose con profusión de sobres y pliegos. Corrían los criados, no sabiendo cómo acudir a tan diversos llamamientos. Todos pedían lo mismo: papel y plumas.
Sonaban las esquilas del ganado; mugían los terneros; detrás del rebaño marchábamos rapaces y rapazas cantando á coro un antiguo romance. Todo en la tierra era reposo; en el aire todo amor. Al llegar á la aldea, mi padre me recibía con un beso.
Unas veces fuente, y otras roquedo... Unas veces los dientes arregañados de un lobo, y otras un resplandor. ¿Por qué dirán que estás loco, Fuso Negro? Dícelo él, por no trabajar. Lo dicen los rapaces por poder tirarme piedras. En todas las villas tiene de haber un loco y un mayorazgo. Ya baja la marea. Hoy las ondas no quisieron hacer nuestra suerte.
Al través de los vidrios y visillos de las ventanas se veían lucir las estrellas; turbaban el silencio los ruidos característicos del campo; ya el campanilleo de una recua, ya el rechinar de un carro, ya los graznidos de las aves rapaces que buscaban nidos entre la espesura del ramaje. A las tres de la madrugada la enferma pidió agua; Julia se la dio.
Guardad esos fieros para las mujeres y para los rapaces, que a mí no se me asusta con ellos. ¡Sacrílegos! Vendrá Don Juan Manuel y os arrojará de esta casa que estáis profanando con vuestras concupiscencias. ¡Un rayo me parta! ¡Me da el corazón que hoy ceno lengua de clérigo! DON FARRUQUI
Palabra del Dia
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