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Actualizado: 17 de junio de 2025


En medio de su fealdad, había algo de noble y distinguido en la chacha Ramoncica, que era una señora de muy cortas luces. Rafaela, por el contrario, sobre ser fea, tenía el más innoble aspecto; pero estaba dotada de un despejo natural grandísimo.

Doña Antonia, mujer de D. José, y sus dos hijos, D. Francisco, de edad de catorce años, y doña Lucía, que tenía ya diez y ocho, acompañados de la chacha Ramoncica, recibieron con júbilo, con abrazos y otras mil muestras de cariño al Comendador, quien ya tenía por suya la casa solariega.

Los frailes dominicos del lugar nunca quisieron bien á la familia de los Mendozas. Á pesar de la piedad suma de las chachas Victoria y Ramoncica, y de la devoción humilde de D. José, no podían tragar á D. Diego, y se mostraban escandalizados de los desafueros é insolencias de D. Fadrique.

Aprendían á coser, á bordar y á hacer calceta; muchas sabían de cocina; no pocas planchaban perfectamente; pero casi siempre se procuraba que no aprendiesen á escribir, y apenas se les enseñaba á leer de corrido en El Año Cristiano ó en algún otro libro devoto. Las chachas Victoria y Ramoncica se habían educado así.

La segunda razón es, que no habiendo ido V. ni á ver á Nicolasa ni á ver la chacha Ramoncica, ¿á qué había V. de haber ido tan á escape como no fuese á ver al P. Jacinto y á tratar de ganarle en favor de Mirtilo y de Clori? ¿Vaya que ha ido V. á eso? No puedo negártelo. Gracias, tío. No es V. capaz de encarecer bastante lo orgullosa que estoy. ¿Y por qué?

Por último, consultando el caso con Rafaela, y haciendo un esfuerzo de memoria, vino á recomponer el vocablo y á declarar que lo que su sobrino había pedido era economía. ¿Qué es eso, Rafaela? preguntó á su fiel criada. Y Rafaela contestó: Señora, ¿qué ha de ser? ¡Ajorro! No le hubo, sin embargo. La chacha Ramoncica echó aquel día el bodegón por la ventana.

Al día siguiente de la llegada la chacha Ramoncica quiso lucirse, y se lució, dando un magnífico pipiripao. D. Fadrique, cuando oyó esta palabra, tuvo que preguntar qué significaba, y le dijeron que algo á modo de festín.

Huérfano de madre á los tres años de edad, había sido criado y mimado por una tía solterona, que vivía en la casa, y á quien llamaban la chacha Victoria. Tenía además otra tía, que si bien no vivía con la familia, sino en casa aparte, había también permanecido soltera y competía en mimos y en halagos con la chacha Victoria. Llamábase esta otra tía la chacha Ramoncica.

Y lo que es á la cándida Ramoncica y al limitado D. José, no escribía D. Fadrique sino muy de tarde en tarde, y cada carta tan breve como una fe de vida. Al P. Jacinto, aunque D. Fadrique le estimaba y quería de veras, también le escribía poco, por efecto de la repulsión y desconfianza que en general le inspiraban los frailes.

He hecho creer primero á la chacha Ramoncica, con el mayor sigilo, que Nicolasa es hija mía. Le he dicho que un deber imperioso de conciencia me obliga á dotarla, ahora, que ella se va á casar. La chacha entiende poco de números. Se ha espantado, no obstante, de la enorme cantidad que yo quería dar por dote; pero la he echado de espléndido y me he supuesto más rico de lo que soy.

Palabra del Dia

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