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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Gillespie, mientras tanto, había levantado el brazo que servía de refugio á los dos amantes. Al ver Popito que el cortejo universitario había abandonado ya la planicie de la mesa, se dirigió hacia uno de los escotillones, despidiéndose antes de Ra-Ra con varios besos. Volveré dijo apresuradamente, ahora que conozco tu escondrijo.

Pero aunque esta promesa bárbara fuese muy del gusto de Ra-Ra, éste protestó, sacando la cabeza imprudentemente por el borde del bolsillo. Lo creo oportuno dijo el pigmeo , pero dentro de algún tiempo. Ahora es inútil. Hay que esperar nuestra Revolución, cada vez más próxima. Mientras tanto, Flimnap corría las calles de la capital, enterándose de una serie de noticias muy inquietantes para él.

Por fortuna, usted no ha matado á nadie, y los señores del gobierno municipal, que están abajo, me atenderán si yo les pido la paz en su nombre. ¿Qué es lo que usted deseaba? ¿Salvar á Ra-Ra?...

Le tembló la mano á causa de tales emociones, y Ra-Ra tuvo que apretar sus piernas sobre el dedo que le servía de asiento y agarrarse á él para no caer. Como Gillespie deseaba olvidar su propia situación, siguió haciendo preguntas para conocer toda la historia del pigmeo.

El Hombre-Montaña contestó á este saludo general moviendo sus dos manos y luego se inclinó cortésmente. ¡Cuidado, gentleman! ¡Acuérdese que estoy aquí! gritó Ra-Ra. Con el inesperado movimiento de su conductor, el pigmeo había saltado fuera del bolsillo y se mantenía agarrado al borde.

Al ver que el gigante, hundiendo por segunda vez su mano en la tela, sacaba á su amada, le gritó con dureza: ¡Tenga cuidado, monstruo!... La pobre Popito tal vez va á morir. Edwin miró con asombro á la delicada joven, que, no pudiendo continuar de pie, acababa de tenderse sobre la madera de la popa, mientras Ra-Ra sostenía su cabeza, arrodillado.

Gillespie inventó una historia para hacer creer al profesor que por un azar había conocido á Ra-Ra, contra la voluntad de éste, llegando al fin á ver su rostro. ¡Imprudente! murmuró Flimnap, refiriéndose á su protegido . Hay que ver cómo lo buscan por toda la capital.

Sus servidores le gritaban de vez en cuando una palabra en el idioma del país, que él no podía entender. Le dió, sin embargo, dos significados semejantes, y estaba casi seguro de no equivocarse. Aquellos hombres querían decir «guerra» ó «revolución». Indudablemente había surgido el movimiento insurreccional que venía preparando Ra-Ra. ¿Qué sería de Popito?...

¡Salve usted á Ra-Ra! volvió á repetir Popito, considerando, sin duda, demasiado largas las reflexiones del gigante. Este grito le hizo pensar de nuevo en el pigmeo revolucionario que era él mismo. ¿Podía dejarlo abandonado á la venganza de las mujeres?... ¿No equivalía esto á un suicidio?...

Popito y Ra-Ra habían lamentado mucho su desgracia, sintiendo además cierto remordimiento al pensar que habían contribuído á ella los dos. El joven deseaba que la revolución de los hombres estallase cuanto antes, para libertar al gigante de la esclavitud á que le había sometido el gobierno femenino.

Palabra del Dia

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