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Eran del Norte y el Este de Francia y habían escapado ante el avance de los alemanes. De todos los relatos de esta muchedumbre dolorosa, que no sabía adónde ir y no contaba con otro recurso que la piedad de las gentes, lo más impresionante para él eran los atentados á la propiedad. Fusilamientos y asesinatos le hacían cerrar los puños, prorrumpiendo en deseos de venganza.

Esta agresión no sólo es un atentado directo contra la sociedad, sino que es un atentado todavía más directo contra la familia. "La propiedad, la herencia y el patrimonio, ¿qué son sino el culto de los antepasados y el amor a los hijos?

Por esta razón excitó á su real protector á acabar con ese abuso, y á clasificarlos con propiedad según sus diversas clases.

El Gobernador Bellingham, vestido en traje de casa, que consistía en una bata no muy ajustada, y gorra, abría la comitiva y parecía ir mostrando su propiedad á los que le acompañaban, explicándoles las mejoras que proyectaba introducir.

«Las cartas a Francisca» dijo la de Ribert, frunciendo las cejas, son la propiedad de uno de nuestros novelistas... , señora, pero yo no hablo de Marcel Prevost, sino de las cartas, de las famosas cartas... ¡Niña charlatana! exclamó la de Ribert, cuyo fruncimiento de cejas comprendí entonces.

El doctor y el anabaptista, serios y solemnes, hablaban de los asuntos de actualidad, y Lagarmitte, detrás del hogar, los escuchaba con recogimiento. Nosotros tenemos no sólo el derecho sino también el deber de defendernos decía el doctor ; nuestros padres han cultivado estos bosques, los han hecho producir; es una legítima propiedad nuestra.

Como yo habia objetado que el espacio tomado por una cosa real y absoluta seria eterno, impasible é independiente de Dios, se ha tratado de eludir esta dificultad diciendo que el espacio es una propiedad de Dios; ya objeté á esto en mi escrito precedente, que la propiedad de Dios es la inmensidad; pero que el espacio conmensurado con los cuerpos, no es lo mismo que la inmensidad de Dios................................

Convertido aquél en arrendatario de Belmonte, ocupó hasta su muerte la antigua casa señorial de Munster, habitada ahora por su hijo mayor, á quien dejó encomendado el cultivo de dos granjas y la propiedad de algún ganado y parte del bosque.

Muchas familias de rancia nobleza habían guardado la propiedad feudal, las grandes extensiones adquiridas por sus ascendientes, con sólo galopar, lanza en ristre, matando moros.

La Regenta no pensaba en los títulos de propiedad del Vivero; gozaba de la naturaleza, de la salud y del relativo lujo que habían acumulado los Vegallana en su famosa quinta, sin fijarse en nada más que gozar. Vivía allí como en un baño, en cuya eficacia creía.