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Habia tenido este notable prelado antes de su conversion grandes disputas sobre la lei judáica con muchos doctores católicos cuyas razones como para la dureza heredada de sus progenitores no bastasen á la sazón para le sacar del judaismo, sucedió que un dia un doctor no queriendo contender por disputa sino por escrituras, le dió el tratado que el glorioso Santo Tomás de Aquino escribió doctisimamente llamado De legibus, donde admirablemente disputa el santo doctor contra la lei de los judíos.

Su éxodo fué breve. Otra mañana, un gendarme le detuvo, le pidió «sus papeles», y hallándole indocumentado, le volvió á la casa paterna. ¡Pobre fugitivo!... Sus progenitores no tuvieron para él ningún gesto cordial: apenas le hablaron; en sus sobrecejos, endurecidos por la cólera, no había perdón. Si no quieres ser cura, serás grumete ordenó el padre.

Sabida esta última circunstancia económica, y teniendo presente que don Silvestre no carecía completamente de sentido común, no parecerá muy extraño que á la edad en que todos sus progenitores contaban por lo menos un heredero, él permaneciese célibe y con ciertos síntomas de recalcitrante.

Con ser el celo religioso de Abde-r-rahman II menor que el de sus progenitores, es mayor su intolerancia, porque es el Estado mas exigente, y mas despiadado el corazon del que le rige.

Entre tanto, en buenas manos andaba todo ello, para tranquilidad suya y prestigio de sus hidalgos progenitores.

De esta suerte refiere Esteban de Garibay la vida i hechos de Pablo de Santa María. «Fué mui notable prelado el escelente doctor don Pablo, obispo de Cartagena, que siendo judío no solo de nacion de sus progenitores, mas tambien de profesion, recibió la agua del santo bautismo, dejando el judaismo.

Al contrario, tal vez se hubiera complacido ella en ver con los ojos de su cuerpo mortal y en hablar y en oír hablar a varias almas en pena de los progenitores de su marido, las cuales almas, según afirmaba el vulgo, solían aparecerse durante la noche, y andaban vagando por los más recónditos camaranchones y obscuros escondrijos de aquel laberinto arquitectónico.

Y como era de esperar, la noticia fué adoptando diferentes formas, se dieron detalles tristes, pavorosos, se explicó lo que no se comprendía, se suplieron las lagunas con conjeturas, estas pasaron por hechos acontecidos y el fantasma así engendrado aterró á sus mismos progenitores.

Así la novela, como hija de distintos progenitores, venía á ser la cosa más pintoresca, variada y original del mundo, y bien podía decir su autor: «yo, el menor padre de todos....» Imprimía, porque ningún editor la quería tomar, aunque yo, llevando mi modestia hasta lo sublime, la daba por ochenta reales al contado, y otros ochenta, pagaderos á plazos de dos duros en dos años.

Pero reducida á títulos, sin prerogativas injustas, es meramente ridícula, y por tanto inofensiva, ó racional en cuanto se funde en la conservacion incólume del honor, de la gloria y del respeto hácia los progenitores, y entónces puede ser un estímulo hasta cierto punto.