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El muchacho estudiaba y quería cumplir con su deber; pero no podía ir más allá de sus alcances. Doña Lupe le ayudaba a estudiar las lecciones, animábale en sus desfallecimientos, y cuando le veía apurado y temeroso por la proximidad de los exámenes, se ponía la mantilla y se iba a hablar con los profesores. Tales cosas les decía, que el chico pasaba, aunque con malas notas.

Profesores de Universidad descendían a ser maestros de aldea; la gran mayoría de los preceptores rústicos recibían la cesantía y un pedazo de tierra inculta para que la arasen, dando así natural expansión a sus verdaderas facultades.

Trájonos este príncipe distinguidos profesores formados en las grandiosas máximas de Perrault y de Fontana: Juvara, Sachetti, Raveglio, Bonavía, trasportándolas de las orillas del Tiber á las del Manzanares, desterrando de todo punto las licenciosas prácticas churriguerescas, inauguraron la segunda restauracion.

Quando las voces son aceptadas del comun de los Profesores de las Artes, unas son de retener, otras no. Hace una especie de Pueblo literario el comun de los Estudiosos, y tiene su uso formado en ciertos vocablos, los quales aunque sean bárbaros, son de retener siempre que sean introducidos para la necesaria declaracion de los conceptos mentales.

El buen profesor Flimnap estaba inquieto por la suerte de su protegido. Gillespie le inspiraba un interés que jamás había experimentado por ningún hombre de su propia tierra. Dedicado por completo á los trabajos lingüísticos é históricos, solamente había tratado con mujeres, y éstas eran todas profesores malhumorados y de austeras costumbres.

Deberá usted trabajar y seguir nuestros cursos con asiduidad. Las damas que escucharon mis consejos serían capaces de sufrir el examen del internado. La generala le dirá a usted que sus funciones son las de una muchacha de sala. Esta pobre criatura se equivoca; si se la hubiera hecho caso, nuestra Casa no existiría ya. Yo soy quien reclutó los cirujanos y los profesores más famosos.

El maestro entretenía el aburrimiento de las vacaciones con este pequeño campesino, queriendo iniciarlo en las bellezas de las letras latinas con ayuda de su elocuencia y de una correa. Deseaba hacer de él un prodigio, para sorprender a los otros profesores cuando se abriesen las clases, y los golpes menudeaban.

Pero dámelos de todos modos, para enseñarlos. Plácido, para no desmentir al cura que le bautizó, dió lo que le pedían. Llegaron á la Universidad. A la entrada y á lo largo de las aceras que á uno y otro lado de la misma se estendían, estacionaban los estudiantes esperando que bajen los profesores.

A medida que corrían las horas y la jornada avanzaba iba Artegui perdiendo un poco de su estatuaria frialdad, y cada vez más comunicativo, explicaba a Lucía las vistas de aquel panorama móvil. Escuchaba la niña con el género de atención que tanto agrada y cautiva a los profesores: la del discípulo entusiasta y sumiso a la vez.

Aprendió á leer por arte milagroso, en pocos días, como si lo trajera sabido ya del claustro materno. A los cinco años, sabía muchas cosas que otros chicos aprenden dificilmente á los doce. Un día me hablaron de él dos profesores amigos míos que tienen colegio de primera y segunda enseñanza, lleváronme á verle, y me quedé asombrado.