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Esto tiene para cualquiera el hechizo de la paz. Para doña Luz aún tenía mayor hechizo. Cuanto agitaba su mente con pensamientos, o su voluntad con deseos o pasiones, era extraño al mundo que la rodeaba: procedía de un mundo ideal, donde no hay espacio ni tiempo.

Sin embargo, la hija del sillero, aunque inocente y simple como humilde menestrala, tenía un genio impetuoso, arrebatado, que en más de una ocasión estuvo a punto de dar al traste con los proyectos de D. Laureano, quien procedía con tiento, con la habilidad suprema que había logrado adquirir en cuarenta años de práctica.

Le era tan necesario el haberse formado una opinión sobre todos los asuntos no concernientes exclusivamente al hombre, como el asignar un lugar bien determinado a cada objeto que le era propio. Y esas opiniones eran siempre principios de acuerdo con los cuales procedía invariablemente.

Una parte de su fortuna procedía de la primera esposa y pasaba a los hijos; la otra parte, que era considerable, aparecía donada en vida a los mismos hijos, que habían vuelto a su gracia en los últimos años.

Desde entonces les declaró guerra á muerte y los perseguía cruelmente á tiros cargando con mostacilla un enorme fusil de chispa que procedía de la guerra de la Independencia. Al compás de su amo, también descaecía Talín y también se agriaba su carácter. Aquel perrillo siempre gruñón y fantástico se había hecho ahora insoportable.

Si esta merma procedía de los banquetes y otras parecidas travesuras con que el marqués trataba de hacerse visible, y hasta ministrable, entre los hombres políticos de mayor talla, o de las enormes sumas que le costaba a la marquesa sostener el esplendor de su jerarquía a la altura en que le había colocado de recién casada, o de lo uno y de lo otro, que era lo más seguro, no cayó la hija en la tentación de averiguarlo.

Pregunté al patrón y me dijo que aquel humo procedía de solfataras parecidas á las de Tiui: en vista de tal noticia, mandó poner proa al sitio donde salía el humo. Atracamos á los pocos minutos, merced á los bicheros que hicieron presa en aquellos fondos madrepóricos y saltamos no sobre tierra, y sobre desdentadas masas acantiladas.

Se veía en su actitud, en su rostro alargado, fino y moreno, en sus ojos de color gris claro, en su bigote poco poblado, en la delicadeza de sus miembros endurecidos por la guerra, que procedía de una raza aristocrática; tenía algo de hombre de campo y algo de hombre de mundo; era una mezcla de militar burdo y de diplomático.

Su placer y su orgullo habían sido pensar, creer, proceder como el ser amado pensaba, creía y procedía. Lo único que le importaba, sobre todas las cosas, era su aprobación. Su pensamiento había sido su guardia y su tutela.

No estaba con ella; pero la tía gozaba cierto bienestar, pues disfrutaba de una renta vitalicia que alcanzaba a cien luises. ¿De dónde procedía esa renta? No se sabe. ¿Hablaba de su sobrina? Pronunciaba su nombre de vez en cuando. Pero en seguida quedaba silenciosa, como si temiese hacer traición a algún secreto.