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Actualizado: 7 de julio de 2025


», señora; le he visto, le he abrazado... porque el escrito que le he entregado en la prisión y que le ha devuelto la libertad, él mismo lo ha traído, porque no ha cesado de velar por la felicidad de usted. »¿Dónde se encuentra? ¿Por qué nos ha abandonado? ¿Por qué ese silencio, ese misterio en su destino?

Cada costado es de una cuadra de largo, encerrado bajo una reja de fierro de cuatro varas de alto, con enormes puertas a los cuatro costados, de manera que el paseo es una prisión encantada en que se da vueltas siempre en torno de un vistoso cenador de arquitectura griega, que está inmóvil en el centro del fingido lago.

Con un poco de aquel dinero que yo derrochaba en otro tiempo hubiera sido fácil aligerar un tanto el peso de su miseria y hacerlos felices. Resolví entonces, si alguna vez salía de mi prisión, consagrarme á los desgraciados en recuerdo de lo que yo había sufrido.

¡Cómo! ¿Bajó usted a la prisión? . ¿Y el Rey? Fue herido por Dechard, a quien di muerte, y espero que el Rey viva. ¡Necio! exclamó Ruperto jovialmente. Otra cosa hice. ¿Y fue? Perdonarle a usted la vida. Me hallaba detrás de usted en el puente, revólver en mano. ¡Digo! ¡Pues estuve entre dos fuegos! ¡Apéese usted le grité, y luche como un hombre!

Al mediodía, mi madre me hacía subir al desván y me alzaba en sus brazos para que mi desgraciado padre pudiera verme, haciéndome extender mis manecitas hacia las rejas de la prisión, y devorándome después a besos.

« justa. ¿No es verdad que ese hombre recordaría con placer, acaso con incomparable alegría, las sombras del calabozo en que vivió tantos años? ¿No es cierto que algunas veces suspiraría amorosamente al recordar su prisión, el estrecho recinto que fué para él casa, patria y mundo?

El peso de la multitud indiferente gravita a toda hora sobre la triste prisión de aquel espíritu, y los cascos de los caballos que pasan parecen empeñarse en estampar sobre él un sello de oprobio. Los días se suceden con lentitud inexorable. La aspiración de Maud consistiría en hundirse más adentro, mucho más adentro de la tierra.

El duque de Lerma lo posponía todo á su ambición, hasta su dignidad de padre. Llamó á su secretario Santos, y le mandó extender y llevar para su cumplimiento á un alcalde, una orden de prisión á Quevedo. No se sabía por qué se prendía á Quevedo. Pero era necesario prenderle y se le mandaba prender. El duque quedó profundamente agitado.

Los sucesos de la pasquinada y la prision habían despojado al joven de todos sus atractivos. ¿A quién se le ocurre buscar el peligro, desear participar de la suerte de sus compañeros, presentarse, cuando todo el mundo se escondía y rechazaba toda complicidad?

Junto a él tenía espontaneidad, agudeza, sensibilidad, gracia, donosura, fantasía. Al separarse, parece que se cerraban sobre ella las negras puertas de una prisión. Pues yo digo que iremos a donde quieras observó el ciego . Me gusta obedecerte. Si te parece bien, iremos al bosque que está más allá de Saldeoro. Esto, si te parece bien.

Palabra del Dia

malignas

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