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Como, al llegar aquí, me pareciera el médico dispuesto a callarse, por su natural modesto y reservado, y a me fuera gustando mucho su palabra, tan fácil como sobria, preguntéle, antes que el hornillo de su entusiasmo comenzara a entibiarse, qué cosas eran aquellas que podían verse y admirarse por el hombre culto en sus relativas intimidades con el aldeano.

Indicándole que guardase silencio continué la lectura: «Pregúntele qué mujer está más dispuesta que ninguna otra a impedir el matrimonio del Duque con su prima y por consiguiente a impedir también que alcance la corona. Pregúntele si el nombre de esa mujer empieza con A.» Me puse en pie de un salto y el coronel colocó su pipa sobre la mesa. ¡Antonieta de Maubán como hay Dios! exclamé.

Preguntéle al hombre, antes de leerla, quién se la había dado y el tiempo que había tardado en el camino.

El Almirante acogióme en su salón y después de los saludos de cortesía, preguntéle si eran ciertos todos los telégramas que había él dirigido al Cónsul de Singapore, Mr. Pratt, relativos á mi; contestándome afirmativamente, y añadiendo que, Estados Unidos había venido á Filipinas para protejer á sus naturales y libertarles del yugo de España.

Todo lo sabe, todo lo dispone La santa y hermosisima doncella, Que admiracion como alegria pone. Preguntele al parlero, si en la bella Ninfa alguna deidad se disfrazaba, Que fuese justo el adorar en ella. Porque en el rico adorno que mostraba, Y en el gallardo sér que descubria, Del cielo, y no del suelo semejaba.

Hablé con él un buen rato todavía, porque me entretenía mucho su conversación pintoresca, y acabé por preguntarle por la casa del médico. Vela ahí me respondió dando media vuelta hacia la derecha, y apuntando con la mano hacia un edificio algo más aseñorado que los del tipo corriente en el pueblo . De dos zancajás está en ella. ¿Y la de don Pedro Nolasco? preguntéle después.

Rióse mucho cuando le dije como se llamaba vuestra merced el Caballero de la Triste Figura. Preguntéle si había ido allá el vizcaíno de marras; díjome que , y que era un hombre muy de bien. También le pregunté por los galeotes, mas díjome que no había visto hasta entonces alguno.

En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír. Preguntéle yo que de qué se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el margen por anotación.

Ya se ve bien por el resultado de tal unión dijo el enano con mal humor. ¿Tiene usted una hija? preguntele yo con la mayor indiferencia. , señor, tengo una hija, que parece amasada con rabos de lagartijas. ¡Jesús, qué criatura! Desde que ha venido al mundo, no se ha estado quieta un minuto en ningún sitio.

Preguntéle al renegado lo que con ella había pasado, el cual me lo contó, a quien yo dije que en ninguna cosa se había de hacer más de lo que Zoraida quisiese; la cual ya que volvía cargada con un cofrecillo lleno de escudos de oro, tantos, que apenas lo podía sustentar, quiso la mala suerte que su padre despertase en el ínterin y sintiese el ruido que andaba en el jardín; y, asomándose a la ventana, luego conoció que todos los que en él estaban eran cristianos; y, dando muchas, grandes y desaforadas voces, comenzó a decir en arábigo: ¡Cristianos, cristianos! ¡Ladrones, ladrones!; por los cuales gritos nos vimos todos puestos en grandísima y temerosa confusión.