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Eufemia habia logrado apoderarse de Pedroche, villa de la ciudad, y aunque se le requirió que la dejase, no quiso ejecutarlo. La ciudad salió con su pendon, y restauró á Pedroche: dió noticia al cabildo para que hiciera alguna demostracion, y á 14 de febrero de 72 se decretó que todos los prebendados salieran á caballo á recibir el pendon triunfante.

AménDespués, don Alfonso VII nos da ocho pueblos al otro lado del Guadalquivir, varios hornos, dos castillos, las salinas de Belinchón y el diezmo de toda la moneda que se labrase en Toledo, para el vestuario de los prebendados.

Y luego, dice: "muestre los recados, Que tiene por firma Licenciado, Y de Dean tambien, pues prebendados Nombrar solo á el Rey se lo ha dejado." Estando sobre aquestos muy trabados, La cosa á tal estremo hubo llegado, Que por fuerza el Dean se determina Partir para el Perú, y ya camina.

El bendijo el pendon real en la capilla mayor cuando con las ceremonias y solemnidades acostumbradas fué aclamado en Córdoba el rey D. Felipe IV. El dió la bendicion solemne á la ciudad, y despues llevó á su palacio á todo el cabildo para que viese la aclamacion hecha en la Torre del Homenage y Campo Santo desde un tablado que para este fin tenia prevenido, contemplando toda la ceremonia sin fatiga hasta el acto de enarbolar el pendon real por el nuevo rey. ¡Con cuánta solicitud y cariño correspondia el cabildo á sus contínuas mercedes, fomentándose en la por tantos títulos ejemplar iglesia de Córdoba esa envidiable armonía entre los prebendados y el prelado, que tan noblemente la distingue, y en que la reverencia, el obsequio y el amor que se tributan por un lado, son correspondidos con igual estimacion y fineza por el otro!

Por la tarde se llevaron las cruces otra vez al campo santo en solemne procesion de todo el clero, religiones y cofradías, llevándolas sacerdotes con capas pluviales carmesíes, y conduciendo los prebendados y capellanes de la iglesia, debajo de un palio que llevaban los veinticuatros, la cruz grande del obispo Mardones.

El Tesorero ordenó al Padre Montero que avisase al Deán, y la nueva corrió rápidamente, pues a los pocos momentos acudieron varios canónigos y prebendados, quienes anunciaron que Su Eminencia en persona iría a comprobar con sus propios ojos el inexplicable y audaz atentado.