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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Adoro vuestros labios, donde el sol de mi tierra ha dejado sus besos de sátiro oriental, porque son el santuario de bellezas que encierra el glorioso prestigio del solar de Rizal. Ojos negros, refugio de hechizos y embelesos, dolientes, langorosos, plenos de soñación como noches sin luna; pero con rojos besos que vierten en el alma perfumes de ilusión.

Llegó en éstas á la barbarie, pues como no tenía nadie que le pusiese coto y en Madrid se le habían confirmado plenos poderes para ejercer como juez absoluto, se despachaba á su gusto de una manera brutal y cruel. Tal sucedió con una pobre mujer, que fué víctima de su señoría, y por un delito harto insignificante para la pena que sufrió.

Delaberge se echó a reír. ¡Apuesto, señora Liénard, que es él quien le aconseja en este asunto de los deslindes! Lo ha adivinado usted... Cuando hace dos años regresó Simón de la Escuela de Cluny, ofreció a los usuarios del pueblo defender gratuitamente sus intereses y todos le dimos plenos poderes... Y así es como entré en relaciones con él.

El maestro tomó posesión de sus hornillas y el picador de sus caballerizas. Lo demás era únicamente cuestión de dinero, y madama Norton aprovechó sus plenos poderes, conformándose con las instrucciones recibidas. En el corto espacio de dos meses hizo verdaderos prodigios para que la instalación de los Scott, fuese completa y absolutamente irreprochable.

Al principio acertó unos plenos, dos ó tres, pero luego nada: ¡perder y más perder! Se lo ha dejado todo en la mesa.

Poco después, el señor don Alejandro, que siempre me había distinguido y honrado con su amistad, quiso honrarme y favorecerme nuevamente dándome plenos poderes para administrarle sus haciendas de aquí, que no son pocas.

El peligro de la vecindad se impuso á toda otra consideración en la política de Isabel, y he aquí cómo Antonio Pérez, acompañando al Duque de Bouillon y con plenos poderes para negociar la alianza defensiva y ofensiva, se embarcó para volver á Inglaterra.

Se respiraba a plenos pulmones, se comía a dos carrillos, sin sustos ni encogimiento; se salía cuando se deseaba, se entraba cuando se quería; y todos tres, esclavos de un viejo maníaco que había entristecido su niñez y sofocado su juventud, manteniendo el alma de sus hijos sujeta, por así decirlo, bajo su férrea mano, como pájaro a quien encierran en jaula demasiado estrecha, se creían felices, porque se veían libres.

Palabra del Dia

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