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Las paredes de la iglesia, mosáico; el púlpito, esculpido en mármol griego, de forma gallarda, de ejecucion asombrosa: próximo al altar mayor, á la izquierda, un divino lienzo del Tintoreto representa el Paraíso: el presbiterio tiene un pavimento de mármol incrustado, tan maestramente hecho que es necesario, indispensable, tocarlo con las propias manos para persuadirse de que no es una alfombra.

El que quiera persuadirse de la verdad de esta asercion, que se pasee un domingo por Paris despues de la una de la noche, ó cualquiera otro dia de la semana.

A esta grandísima ... le da ahora por los bebés murmuró rechinando los dientes . Todas las perdidas concluyen por estas extravagancias. Pensó en dirigirse al joven y provocarle. No tardó en persuadirse de que este paso sería para él desastroso. ¿Qué iba ganando en ello? Absolutamente nada porque Clementina le detestaría.

Cometió la imprudencia de mostrarse generoso, en cuanto permitían sus ahorros, comprando hoy un vestido, mañana un abrigo; le dio para desempeñar alhajillas, hasta la llevó a cenar al café, con todo lo cual Carola llegó a persuadirse de que el vejete tenía dinero.

Todo desagrada y fastidia allí, y el viajero acaba por persuadirse de que Colonia no es interesante sino por su catedral maravillosa y sus fábricas de agua de olor ó de Colonia, bautizada siempre con el nombre inmarcesible de «Juan María Farina», el nombre mas cosmopolita del mundo en toda la acepcion de la palabra.

Ahora sucedía todo lo contrario. Se hacía infinitas reflexiones para persuadirse a que la acusación de la encapuchada no era más que vil expresión de la envidia y el despecho en algún enemigo oculto, y a pesar de ellas no podía menos de darla fe. Cuando el coche paró, no se dió cuenta del tiempo que hacía que caminaba; lo mismo podía ser un día que un minuto.

No puede persuadirse de que tales homenajes sean consagrados a una divinidad vulgar, que tan magníficos altares se levanten de siglos en siglos a un ídolo de barro. El amor sigue siendo, por consiguiente, a pesar de todo y por todo, la principal ocupación del pensamiento, y la perpetua obsesión del corazón.

Sin embargo, la tuvo, y cuando trató de coger la pluma para hacerlo, antes de trazar el primer renglón, volvió a dejarla al representarse la sorpresa que la joven recibiría. Pasaron algunos días. La idea no le abandonaba. Por medio de mil sutiles razonamientos procuraba persuadirse a escribir la epístola amorosa. Si se reía de él, ¿qué? no había de verlo.

Una nueva aurora para mi alma... Pero no fue más que un relámpago que me hizo entrever los verjeles del cielo. Y al instante quedé sumida otra vez en la oscuridad... Hoy ¿qué somos nosotros? ¡Dos seres vulgares que viven como tantos otros en el cieno, queriendo persuadirse de que son felices!

En fin, el P. Enrique, sin confesárselo a mismo, vino poco a poco a persuadirse de que con su espíritu iba como a llenar y compenetrar el espíritu de doña Luz, y notó apenas que ella se enseñoreaba ya por entero del espíritu de él, aunque con cierta subordinación y dependencia de otros sentimientos e ideas de valer muy superior, los cuales prevalecían sobre aquella nueva y poderosa influencia.