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Actualizado: 4 de julio de 2025


Al avalar el pagaré de su madre, había pensado revelar a su tío esta debilidad, pues incapaz de hacer nada por cuenta propia, se lo consultaba todo a don Juan. Pero esta vez fue perezoso; transcurrió el tiempo sin encontrar ocasión para ir a casa de su tío, y al fin nada le dijo. Además, su posición en Las Tres Rosas tenía a Juanito pensativo y preocupado.

Pero dada la severidad natural del carácter puritano en aquellos tiempos, no podía sacarse semejante deducción, fundándola sólo en el aspecto de las personas allí reunidas: tal vez algún esclavo perezoso, ó algún hijo desobediente entregado por sus padres á la autoridad civil, recibían un castigo en la picota.

4 No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento. 6 Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sabio; 7 la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, 8 prepara en el verano su comida y en el tiempo de la siega allega su mantenimiento. 9 Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?

Todos miraban al cantor, no viendo en él al atlot, perezoso y enfermo, despreciable por su inutilidad para el trabajo. En el rudimentario magín de todos ellos latía algo confuso que les impulsaba a respetar las palabras y quejidos del mozo débil. Era algo extraordinario que parecía pasar con rudo batir de alas sobre sus almas primitivas.

Los guardias treparon ágilmente, calando la bayoneta, dispuestos á un combate cuerpo á cuerpo; el Carolino era el único que marchaba perezoso, con la mirada estraviada, sombría, pensando en el grito del hombre al caer derribado por su bala.

Con el trabajo de sus manos mantenía a una madre paralítica y a un hermano vicioso y perezoso, que la maltrataba inicuamente cuando no podía darle lo que necesitaba para emborracharse. Sus padecimientos, que para otra serían insoportables, la turbaban sólo momentáneamente. Por encima de ellos rezumaba muy pronto la linfa de aquel divino y gozoso manantial que guardaba en su corazón.

Y al mismo tiempo veia la consecuencia lógica del espíritu reglamentario, en esa disposicion que tienen los pueblos á imputar la causa de su pobreza y todos sus males á los gobernantes. El pueblo español no es perezoso por carácter. Es que las instituciones de muchos siglos, privándolo de su personalidad, le han hecho perder todo hábito y aún todo instinto de iniciativa.

El ayudante vió a Gabino Maza sentado en una butaca cerca de la pared, y le gritó con alegría: ¡Gabino, no te había visto!... Vamos, hombre, ven acá. Estoy bien aquí respondió con sequedad el bilioso ex oficial de la Armada. ¿Quieres que baje por ti? Maza contestó en voz baja: No hace falta. Los que estaban a su lado hicieron lo que con los demás. Vaya, don Gabino, arriba. No sea usted perezoso.

Yo quisiera aprendérmelo todo de una vez. Es mucho cuento éste de que nunca se le ve el fondo al odre de la sabiduría. ¡Ay! Vientecillo perezoso, corre más, á ver si conseguimos llegar á un punto donde no haya más tierra, ni más mar, ni más cielo, ni más estrellas.... Esto no se acaba nunca. Corramos, volemos, que no ha de haber cosa que yo no vea ni examine, ni arcano que no se me revele.

Me divisa al lejos, se maravilla al verme, detiene el paso, y enroscándose en mismo, se dijo: "¿Quién es aquel viento, el más débil de todos mis hermanos, que con su vuelo lánguido y perezoso se arriesgó a entrar hasta en mis estados hereditarios?"

Palabra del Dia

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