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Si seguía de aquel modo, la señorita Nancy Lammeter acabaría por romper con él; porque se sabía muy bien que ella le trataba con mucha reserva desde la pascua de Pentecostés del año precedente, época en que había hablado mucho, porque Godfrey había pasado varios días sin volver a su casa.

Pero todos estos hombres carecían de aquel don divino que descendió sobre los discípulos del Señor en lenguas de llamas el día de Pentecostés, simbolizando, no solo la facultad de hablar en idiomas extraños y desconocidos, sino la de dirigirse á todo el género humano en el idioma propio del corazón.

24 Y orando, dijeron: , Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál escoges de estos dos, 26 Y les echaron suertes, y cayó la suerte sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles. 1 Cuando se cumplió plenamente el día de pentecostés, estaban todos unánimes juntos en el mismo sitio;

Concebimos que este último precepto se cumpliese; ¿pero no nos será lícito dudar que rogasen las iglesias de la afligida Córdoba mozárabe por la salud de los califas? En los dias de Domingo no doblaba el pueblo las rodillas para orar: se oraba asímismo en pié todos los cincuenta dias pascuales, desde Resurreccion hasta Pentecostés, en cuyo tiempo tampoco habia ayunos públicos ó de precepto.

Bajo tu dirección, la masa estoica se redimió con el esfuerzo suyo; si Bonifacio y su legión heroica triunfo obtuvieron, ¡fué ese triunfo tuyo! La grana de tu sangre redentora, en que la fuerza y el valor se adunan, cual rubí del volcán, tiñó la aurora del gran Pentecostés del Katipunan.

No hay dato alguno, que aclare tales dudas en los cuatro primeros siglos de nuestra era, y tan sólo se sabe que antes del cuarto se habían introducido en toda España la fiesta del domingo, las de Navidad, Epifanía, Pascua de Reyes y de Pentecostés, aunque no se conozca la liturgia, á que se ajustaban las ceremonias del culto . Desde la invasión de los godos comienza á disiparse la niebla, que envuelve la historia de la antigua Iglesia nacional, revelando testimonios fidedignos, que los visigodos habían adoptado el ritual oriental de la Iglesia greco-siriaca, y que lo habían importado en el país sometido , notable particularidad si se recuerda, que justamente en el culto oriental se había dado más temprano y exclusivo influjo al elemento dramático.

Salvo algunas escaramuzas sin importancia en que tomó parte durante la primera guerra, civil, la historia militar de nuestro país no le dijo nunca «esta boca es mía». Pero pasará a la posteridad por los célebres dichos de la espada de Demóstenes, la tela de Pentecostés y el alma de Garibaldi, por aquello de ir a la Habana haciendo escala en Filipinas, con otras cosillas que, coleccionadas por sus subalternos, forman un delicioso centón de disparates.