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Actualizado: 25 de junio de 2025
Viendo, pues, ya acabada la pendencia, y que su amo volvía a subir sobre Rocinante, llegó a tenerle el estribo; y antes que subiese se hincó de rodillas delante dél, y, asiéndole de la mano, se la besó y le dijo: -Sea vuestra merced servido, señor don Quijote mío, de darme el gobierno de la ínsula que en esta rigurosa pendencia se ha ganado; que, por grande que sea, yo me siento con fuerzas de saberla gobernar tal y tan bien como otro que haya gobernado ínsulas en el mundo.
-Contra ese corte sé yo otro -respondió Sancho-, que no le va en zaga: cogeré yo un garrote, y, antes que vuestra merced llegue a despertarme la cólera, haré yo dormir a garrotazos de tal suerte la suya, que no despierte si no fuere en el otro mundo, en el cual se sabe que no soy yo hombre que me dejo manosear el rostro de nadie; y cada uno mire por el virote, aunque lo más acertado sería dejar dormir su cólera a cada uno, que no sabe nadie el alma de nadie, y tal suele venir por lana que vuelve tresquilado; y Dios bendijo la paz y maldijo las riñas, porque si un gato acosado, encerrado y apretado se vuelve en león, yo, que soy hombre, Dios sabe en lo que podré volverme; y así, desde ahora intimo a vuestra merced, señor escudero, que corra por su cuenta todo el mal y daño que de nuestra pendencia resultare.
Para él España es lo mejor que hay en el mundo, en cualquier sentido y al oir á un Español decantar los primores de su pais, se siente uno tentado á creer que es una tierra encantada de las mil y una noches, ó a reírse en las barbas de los buenos peninsulares, en cuyo caso la pendencia es segura. Durante algunos dias el océano se habia calmado, y su admirable inmovilidad carecía de interés.
Digo esto porque no pienses que, puesto que quedamos desta pendencia molidos, quedamos afrentados; porque las armas que aquellos hombres traían, con que nos machacaron, no eran otras que sus estacas, y ninguno dellos, a lo que se me acuerda, tenía estoque, espada ni puñal.
No sabemos cómo concluyó la pendencia, porque hemos de seguir á Clara; y ésta, en cuanto se vió libre de la zarpa de la dama de Juan Mortaja, se escapó ligeramente, y á buen paso, seguida siempre de Batilo, llegó á la plazuela del Ángel.
Palabra del Dia
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