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La pava se pela siempre, porque así lo quieren las costumbres galantes. Acaso el galan ha hecho una larga visita durante el dia, ó la hará mas tarde á la familia de la señorita ó chica; y con todo, la visita al pié de la reja es indispensable, á prima noche por lo regular. ¡Ay del galan que se olvide un día de la pava que hay que pelar!

Le falta una criatura que chille y alborote, que haga diabluras, que nos traiga a todos mareados. Cuando le hablo de esto a Baldomero, se ríe de ; pero bien se le conoce que es hombre dispuesto a andar por esos suelos a cuatro pies, con los chicos a la pela». Puesto que Benigna no le quiere tener dijo la nuera , ni es posible tampoco tenerle aquí, le pondremos en casa de Candelaria.

, señora contestó Crispina . Y ya por echarla de fino, ya porque está embobado y embelesado mirando a Juana con ojos de carnero a medio morir y sin atender al juego, lo cierto es que Juana le pela, ganándole diez o doce reales cada noche.

TURRÓN DE YEMA. Se pela y muele un kilo de almendras; se mezcla bien con otro de azúcar, se baten muy poco doce yemas de huevo, y se trabaja mucho todo junto, hasta que quede como una pasta. Si se abre algo, se pone clara de huevo sin batir, trabajándola mucho, se colocan obleas en una caja, se llena de pasta, y se tiene en prensa dos o tres días.

Y lo más notable del caso es que a cada escapatoria se representaba la misma comedia y con igual aparato. La mujer se marcha, el marido llora que se las pela, vuelve ella, consuélase él. Y siempre se la llevan, y siempre la recobra. ¡Ya ve usted si necesita tener paciencia ese marido!

Después se saca y pone a remojar cuatro horas; se lava bien y se cuece con agua abundante, vino blanco, hinojo, laurel, perejil, tomillo, cebolla y zanahoria; se cuece cuatro horas, se pela y se pone en un intestino bien limpio: se ata, se unta con sangre líquida o un poco carmín, y se pone a secar. Se escalda, se deja enfriar, y para darle brillo se le pasa una pluma manchada de aceite.

Diríase que existe un armazón de madera, en lugar de un rollo de carne y huesos, debajo de aquella docena de sayas y de aquellos pañuelos estiradísimos.....; pañuelos de Lucifer, sujetos al jubón con mil alfileres, á fin de garantir la honestidad contra los cuatro elementos, contra los cinco sentidos y hasta contra un terremoto. En los cortijos no se pela la pava por la ventana.

Allí de Nabucodonosor andando a cuatro patas; aquí de un tío en pelota que le llaman Eneas, con su padre a la pela. «Pero lo mejor que estamos pintando ahora... y que lo vamos sacando de lo fino..., es aquel paso de Hernán-Cortés cuando manda dar fuego a las judías naves...». Ganaba mi hombre todo lo que necesitaba, y era venturoso, y la sujeción del día la compensaba con las largas expansiones de charla y copas que se daba de noche en algún café, convidando a los amigos.