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Actualizado: 8 de junio de 2025
ESCIPIÓN. Y, no obstante, esas mujeres lo son de unos maridos a quienes pegamos ayer. Eso prueba que existe también un medio de apoderarse de las mujeres. Por desgracia, no lo conocemos. Es de todo punto necesario conocerlo. Pero ¿cómo? EL GRUESO ROMANO. Hay que preguntárselo a las mismas mujeres. No nos lo dirán. ¡Silencio! Nos están oyendo. ESCIPIÓN. Tengo un plan.
Siempre he dicho que esta niña tiene más talento que su madre afirmaba la princesa. Al encontrarse Alicia con el príncipe, rompió á reir y casi le abrazó. ¿Te acuerdas cómo nos odiábamos?... ¿Te acuerdas del día que nos pegamos en el Bosque?... Le miraba con interés, examinándolo de arriba á abajo, sin encontrar nada del jovenzuelo antipático de otra época.
¿Qué quieres? me añadió de allí a un rato; nadie quiere creer sino en la experiencia: todos entramos buenos en el mundo, y todo andaría bien si nos buscáramos los de una edad; pero nuestro amor propio nos pierde: a los veinte años queremos encontrar amigos y amantes en las personas de treinta, es decir, en las que han llevado el chasco antes que nosotros, y en los que ya no creen: como es natural, le llevamos entonces nosotros y se lo pegamos luego a los que vienen detrás.
Pero he aquí que al hacerlo observa que algunos cabellos están unidos por un cuajarón de sangre. ¿Qué es esto, chico? ¿Cómo te has hecho esta herida? Fué Tomasín respondió el niño confuso. ¿Qué Tomasín? El de la tía Colasa. ¿Y por qué te la ha hecho? Nos pegamos. ¿Y por qué os pegasteis? Pepín bajó la cabeza sin responder.
La primera no replicó nada a esta observación y callaron un buen rato. Al cabo la segunda dijo poniéndole una mano sobre el hombro: ¿Sabes lo que estoy pensando, Asunción? ¿Qué? Que debías decírselo todo. Lola es buena niña, aunque tenga el genio vivo. ¿No te acuerdas cuando nos pegamos y nos arañamos porque le quité de ser la mamá?... Ya ves que le pasó en seguida...
Puñales, ¡tambien es contentarse! exclamó el P. Camorra; en el vapor por poco nos pegamos de cachetes: porque es bastante insolente, ¡le dí un empujon y me contestó con otro! Hay ademas un tal Macaragui ó Macarai... Macarai, repuso el P. Irene terciando á su vez; un chico muy amable y simpático.
La primera no replicó nada a esta observación y callaron un buen rato. Al cabo la segunda dijo poniéndole una mano sobre el hombro: ¿Sabes lo que estoy pensando, Asunción? ¿Qué? Que debías decírselo todo. Lola es buena niña, aunque tenga el genio vivo. ¿No te acuerdas cuando nos pegamos y nos arañamos porque le quité de ser la mamá?... Ya ves que le pasó en seguida...
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