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Pero no pienso que la web contribuya a la pérdida de la identidad de los idiomas. Al contrario, me da la impresión de que a largo plazo la web irá reforzando esta identidad. Por ejemplo, cada vez hay más indios americanos que contactan a lingüistas para pedirles que escriban la gramática de su idioma y les ayude a elaborar diccionarios.

Hombre, me parece que no hay nada que pedirles, porque nada tienen. ¡Siempre ha de decir usted cosas!... ¡Y usted nunca ha de decir cosas! ¿Por qué no fulmina usted el anatema de la crítica contra ciertas obras que nos inundan? ¡Ay, amigo! Los autores han descubierto el gran secreto para que no les critiquen sus obras. Zurcen un libro. ¿Son vaciedades? No importa. ¿Para qué son las dedicatorias?

El público tiene también una gran parte; el público que, en vez de pedirles obras bellas, bien meditadas y con destreza concluídas, les exige solamente que no se parezcan á los demás, fomentando de esta suerte la excentricidad y el mal gusto, que ha dado vida en los últimos años á esa nube de obras extravagantes y ridículas, donde la impotencia marcha unida á la vanidad.

Hoy, que es día de gloria, también yo me atrevo a pedirles que me perdonen. Hace ya años, y aunque con la mejor intención, yo les he hecho sufrir. Y algo peor: yo he contribuído, con mi aturdimiento insensato, a hacer desgraciada a Angustias, quizás a don Pedrito, y, desde luego, a ustedes. ¡Bien lo he pagado! Dios me perdonará. Perdónenme ustedes. ¿Qué dice usté ahí, Felicita? No sea usté simple.

Tomaré sencillamente, la iniciativa de la ruptura; no podrá menos de quedar agradecido. Haz como quieras, querida mía, tengo confianza en la bondad de tu corazón y en la rectitud de tu espíritu. Ahora, tengo que pedirles algo, a ti, madre, y a ti, Jaime; prométanme guardar secretas para mi padre, para todo el mundo, para Juan, principalmente, las resoluciones que he tomado.

Cuentan además, que cuando empezaba Jesucristo su predicacion en Jerusalen, como determinasen los escribas i fariseos perderlo i tuviesen siempre la costumbre de consultar con todas las sinagogas del universo en los asuntos mas dificultosos, para pedirles su parecer i consentimiento, enviaron á la archisinagoga de Toledo cartas de los príncipes i sacerdotes con un tal Samuel, su mensajero.

De manera que mi despedida de esta noche es definitiva... Les agradezco mucho todas sus atenciones y voy a pedirles un último favor... En vez de volver a Langres, desearía regresar a París por Is-sur-Tille y Dijón. ¿No tendría su hijo la bondad de conducirme en carruaje mañana por la mañana hasta la estación de Very?