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Actualizado: 1 de julio de 2025
Sinembargo, aunque el inmortal Quintana tendrá su monumento, ha sido asunto de grande y acolorada disputa entre los partidos la ereccion de una estatua á Mendizábal. En un país donde no hay libertad para adorar á Dios como le plazca á cada cual, no es extraño que se prohiba dar culto á las ideas liberales representadas por un gran patriota.
Ese generoso patriota y amigo de las artes del dibujo legó á la ciudad sus casas y colecciones y un capital de 1,200,000 florines para fundar el Instituto que existe, que es al mismo tiempo un museo y una escuela especial.
Era en 1820 dueño del café de la Cabeza del Turco, don Luís Tolva, hombre patriota, si los había, gran admirador de Riego y Quiroga, y cuya mujer, doña María Josefa Piñalosa, dejaba atrás á su marido, en esto de las ideas liberales.
Un día de revolución un patriota le había dado el ¡quién vive! en las afueras, cerca de la noche. De Pas rompió el fusil de chispa en las espaldas del aguerrido centinela, que le había querido coser a bayonetazos, porque no se entregaba a discreción.
En fin, yo, que había conocido aquel Buenos Aires de 1862, patriota, sencillo, semitendero, semicurial y semialdea, me encontraba con un pueblo con grandes pretensiones europeas que perdía su tiempo en flanear en las calles, y en el cual ya no reinaban generales predestinados, ni la familia de los Trevexo, ni la de los Berrotarán.
Me mueve a poner aquí las anteriores reflexiones la lectura de una novela o como queramos llamarla, obra de D. José Nogales, y cuyo título es El último patriota.
Hizo una pausa antes de reanudar su relato donde lo había abandonado. Digo que nos encontramos al anochecer en la taberna. Luego, como á las nueve, salimos, y sin saber por qué, me detuve en la puerta de un cinema, sintiendo deseos de entrar. Me atrajo un cartel con una alsaciana muy hermosa defendiéndose de un alemán feroz. Yo adoro esta clase de historias. Soy muy patriota.
Y cuando sus amigos le amenazaban con una revolución, el junker feroz se llevaba las manos á los ijares, lanzando las más insolentes de sus carcajadas. ¡Una revolución en Prusia!... Nadie como él conocía á su pueblo. Tchernoff no era patriota. Muchas veces le había oído Argensola hablar contra su país.
Pero, ¿qué es la curiosidad digo yo para defenderme sino el deseo de saber, de comprender lo que se ignora? A mí me gusta ver; y si hay una molestia o un peligro para satisfacer mi curiosidad, no tengo inconveniente en afrontarlo. Soy también patriota a mi modo, sin sentido tradicional alguno. No conozco la historia de España, y realmente no me preocupa gran cosa.
Doña Teresa Burguillos, feliz consorte del barbero, era un poco torpe para la pronunciación de los nombres propios, y solía llamar Aldaba al amigo y comilitón de su esposo. Era Curro Aldama ó Aldaba exaltado fontanista, de crasa ignorancia, y con aquella osadía que acompaña siempre á los necios. Se la echaba de gran patriota, y no sonaba cencerro en Madrid sin que él tomara parte en la danza.
Palabra del Dia
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