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Actualizado: 7 de junio de 2025
Durante unos minutos, que me parecieron siglos, estuvo como muerto, caído en su butaca, inerte e insensible a nuestros cuidados y a los gritos de doña Polidora... En esos instantes han pasado por mi mente horribles pensamientos...
Pero, por lo pronto, me veía forzado a esperar que la llegada de mi gente llamase la atención de los que tenían las llaves, o de algunos de ellos, induciéndoles a cruzar el puente y ponerse a mi alcance. Esperé cinco minutos más que me parecieron media hora, y entonces empezó el próximo acto en aquel drama de tan inesperadas cuanto rápidas escenas. Todo estaba tranquilo en la opuesta orilla.
Resuelto a hacer una hombrada en lo del empréstito, los ochenta mil duros de que podía disponer le parecieron poca cosa, y, por consiguiente, una miseria los veinte mil del momento. ¿Qué valían éstos para aspirar él, como principal suscriptor, a la ofrecida recompensa? ¡Habría tantos banqueros que le aventajarían por triplicado!
En la ciudad dijo, entre otras cosas, Julieta a su padre , todos los pretendientes a mi mano le parecieron a usted indignos de ella, por juzgarlos hombres de poca importancia; y como ninguno me interesaba, renuncié a ellos sin grande esfuerzo. En Madrid, parecía haberse hallado el tipo del marido que me convenía.
Ni la duquesa ni su hija parecieron darse cuenta del egoísmo monstruoso que se encerraba detrás de aquellas palabras, al contrario, se emocionaron hasta derramar lágrimas; solamente el doctor sonrió. Semíramis entró, anunciando que el almuerzo del señor duque estaba en la mesa. Adiós, señoras dijo el doctor ; voy a llevar esas buenas noticias al conde.
Larra compuso unos versos que le parecían muy buenos, como á todos los principiantes les parecen los suyos, y se los dió á Gallego, á quien le parecieron muy malos, como á todos los maestros les parecen los que lo son. Marianito dijo el maestro, no entiendo lo que usted ha querido decir aquí. Señor D. Juan contestó el aprendiz, lo que yo he querido decir ahí es esto, y esto, y esto.
Entonces se enderezaron a una los aludidos, que me parecieron dos gigantes, particularmente el seglar, que metía la cabeza hasta los hombros dentro de la campana de la chimenea; pero ni el Cura se quitó el gorro, ni el otro el chambergazo con que tapaba una parte mínima de la blanquísima greña que se le desbordaba por todo el perímetro de la cabezota.
Levantó un torreon en el ventajoso sitio de Guansapata, donde colocó una culebrina y un pedrero, con la fusileria correspondiente para su resguardo. Dentro de la villa reforzó las trincheras, y las aumentó, abriendo nuevos fosos en los lugares que le parecieron mas débiles.
Efectivamente, ni el malacara de Ricardo, ni el overo de Lorenzo parecieron darse por entendidos de la carga que tenían, pues quedaron inmóviles en el mismo sitio, sin dar señales de vida.
Después rodó solo, por su propia inercia, y cada escalón le reservaba un golpe más fuerte, una sorpresa más dolorosa. ¿Hasta dónde llegaría en su derrumbamiento?... ¿Qué podría encontrar al final de esta caída ilógica?... Las entrevistas con su administrador de París le parecieron algo que transcurría en otro planeta, sometido á leyes absurdas.
Palabra del Dia
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