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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Transcribo aquí dos «bambucos» . Como se verá, el verso en mismo no vale nada; es la música que lo acompaña, la expresión con que se dice, lo que constituye todo su mérito. Tal triste, oído una noche en un pobre rancho de nuestros campos con profunda emoción, no resiste a la tentativa de trasladarlo a una orquesta como motivo de sinfonía.

Además, la vista de su familia parecía traerle algo de los esplendores de la fiesta, el perfume de las mujeres, los ecos de la orquesta, el voluptuoso desmayo de las amarteladas parejas, el ambiente del salón, caldeado por mil luces, y el apasionamiento de los diálogos.

Señores dijo el notario interrumpiéndose, ya es muy tarde y yo tengo la costumbre de madrugar; si me lo permiten ustedes, dejaremos para pasado mañana la conclusión de mi relato. El miércoles siguiente, era día de función en la Opera, y nos encontrábamos todos en la orquesta, exactos a la cita, y el notario no llegaba.

Y cuando hubo saboreado lentamente un polvo de rapé, como para tomarse tiempo de reunir sus recuerdos, el señor Baraton prosiguió en esta forma: ¿Quién de ustedes ha conocido aquí a la pequeña Judit? Miráronse, y ni los abonados más antiguos de la orquesta pudieron responder.

Al empezar el servicio del primer plato, la orquesta, que estaba oculta en una de las galerías contiguas, empezó a tocar un precioso vals, cuyos sones, amortiguados por la distancia, llegaban dulces y halagüeños.

Cuando logré conocerlo a fondo, me convencí de lo mucho que valía. Tenía entre sus variadísimos talentos el de afinarse a las condiciones del marchante, ni más ni menos que como se afina un violín a la nota que da el director de orquesta.

Á la cual concurrió el señorío en doble número que á las anteriores, llevado de la tentación de la orquesta, con cuya salsa, y la buena disposición en que se hallaban los ánimos, se hizo una pepitoria de bailoteo que tuvo que ver. Tanto, que en la siguiente romería hubo hasta seis músicos y venticinco parejas de primera fuerza.

Un garçon de frac negro y corbata blanca se acerca á nuestra mesa. Mi mujer pide un , y yo una copa de Madera con bizcochos. La orquesta rompe, se abre la puerta del fondo del teatro, y aparece la jóven que vimos venir sola, presentada por el tenor, el cual la trae cogida de la mano con el mayor refinamiento. El principio fué muy desgraciado para nosotros.

Y hace ocho días añadió el profesor de Derecho que se ha abonado a la orquesta. , me gusta reírme, y a eso vengo aquí, donde se ven y se oyen las cosas más extrañas del mundo. Estos señores lo saben todo, todo lo conocen... No hay una sola localidad de la que no me hayan referido una anécdota interesante.

Yo, por ejemplo, sería un flauta pasable, pero ¡por cuanto hay no me atrevería a escaparme de casa y a ir por esos mundos hasta Rusia, tapando huecos en una orquesta! Acaso a mi dignidad y a mi independencia les estuviera mejor emprender esa carrera; pero ¡antes me tiro al agua! El azar... lo imprevisto... el pan dudoso, ¡qué miedo!

Palabra del Dia

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