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Manda, ordena, dispón, decide lo que quieras; paso por todo, ¡pero mía, mía para siempre! ¿Y qué sabes lo que es siempre? ¿Cuánto tardarías en cansarte otra vez de ? Y, sobre todo, no reparas en lo que hablas... y me estás ofendiendo. Óyelo bien; jamás engañaré a Martínez, lo juro. Lo hecho, hecho está. Y al decir esto, sonrió ligeramente, como burlándose de sus propias palabras.

Nuestro Señor, &c. Sobre los caminos de Chiquitos. Exmo. Señor: Asumpcion, 19 de Septiembre de 1793. Doy recibo á la de V. E. de 16 de Agosto de este año, que incluye otra del Gobernador de Chiquitos de 31 de Marzo, y me ordena que esponga mi dictámen sobre la comunicacion de esta provincia con la de dicho Gobernador.

Item, se ordena que todo poeta de qualquier calidad y condicion que sea, sea tenido y le tengan por hijodalgo en razon del generoso exercicio en que se ocupa, como son tenidos por cristianos viejos los niños que llaman de la piedra.

-Pues, a tenerla yo aquí, desgraciado yo, ¿qué nos faltaba? -respondió don Quijote-. Mas yo te juro, Sancho Panza, a fe de caballero andante, que antes que pasen dos días, si la fortuna no ordena otra cosa, la tengo de tener en mi poder, o mal me han de andar las manos. -Pues, ¿en cuántos le parece a vuestra merced que podremos mover los pies? -replicó Sancho Panza.

Va Musa segun se le ordena á casa de Ibn Bashír, y manda al propio tiempo Al-hakem á uno de los eslavos de su guardia que sin ser visto espíe á Musa, y le cuenta de lo que ocurra entre su caballerizo y el Cadí.

Ya sea por la expulsión sempiterna, ya por el total exterminio, si el caso lo pide, haciendo en ellos un Vesper Siciliano, antes que lo hagan ellos con nosotros, el cielo nos ordena, a las claras, rematar la obra de purificación. El miedo a la sangre, hijo mío prosiguió diciendo el canónigo, es un bajo instinto del hombre.

Don Germán les dice al oído algunas palabras y les ordena que cada uno por su lado se dirijan a la puerta sin llamar la atención de los convidados. Así lo hacen, pero cuando ya han subido al carruaje, alguien les hace traición; los invitados se enteran, se lanzan a los balcones y les hacen una delirante ovación.

A la vuelta del Duque, se vengó de ella el desdeñado haciendo creer á su esposo que la austera dama tenía relaciones criminales con un Paje. El Duque, celoso ya por carácter, da fácil crédito á esta acusación; ordena matar al Paje, y se refugia con la Duquesa en aquel castillo solitario.

Pues ya tienes, Morandro, conocidos Mis deseos, que en buena ó mala suerte Al sabor de los tuyos van medidos. Contigo tengo de ir, contigo junto He de volver, si ya el cielo no ordena Que quede en tu defensa allá difunto.

Ese cachorro de Deusto tal vez sea mi jefe. ¡Cristo! ¡Y para esto me expuse á que me rompieran la cabeza cuando al sitio!... Y Pepe ¿qué dice?... Pepe no tiene voluntad. Habla menos que nunca, y á todo lo que ordena su mujer contesta que con la cabeza.