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Actualizado: 11 de junio de 2025
Ninguna actividad en los negocios ni la vida; las calles desiertas, tanto mas tristes cuanto que son mucho mas anchas y limpias que las de Gante; el silencio reina en todas partes.... Brujas, tan opulenta y animada en otros tiempos, no es hoy sino una inmensa ruina de edificios y monumentos intactos; un vasto museo donde todo es curioso en las cosas materiales, y todo triste y lamentable en las sociales y morales.
Ciertamente, señor, ese es mi deber y estoy pronto á cumplirlo. En ese caso, amigo mío, escúcheme. Acabo de llegar de la Bretaña; existe en esta antigua provincia una opulenta familia llamada Laroque, la cual me honra con su entera confianza hace muchos años. Esta familia es representada hoy por un anciano y dos mujeres, á quienes su edad y carácter hacen igualmente inhábiles para los negocios.
Y por último, en medio de los dos rios, la parte aristocrática y opulenta de Lyon, irregular, fea y repugnante al pié de Croix-Rouese, pero luego elegante, suntuosa, rejuvenecida y llena de animación hacia abajo, hasta su límite en la confluencia de los rios, al sur de la espléndida estacion del ferrocarril, que pudiera llamarse el Palacio de las locomotivas.
La llanura es un hermoso huerto, vista desde las montañas que dominan á Málaga. Allí no solo crecen mil árboles frutales, la opulenta viña y todas las producciones de la fértil Andalucía, sino que se cosecha el algodon, el tabaco y mucha cochinilla, crece y prospera la caña de azúcar, y podría creerse que se siembra sobre un pedazo de la tierra africana.
Sí, esa misma noche en el teatro... Comprendí, al ver a su marido de opulenta fortuna, que se había precipitado en el matrimonio, como yo al Ucayali... Pero al verla otra vez, a veinte metros de mí, mirándome, sentí que en mi alma, dormida en paz, surgía sangrando la desolación de haberla perdido, como si no hubiera pasado un solo día de esos diez años. ¡Inés!
Era un perpetuo estado de guerra ante la muerte; una batalla contra la ciega fatalidad y la barbarie de los hombres, cuyos ecos se apagaban en la misma montaña, llegando apenas á la opulenta Bilbao. El mineral marchaba ría abajo sin que nadie pensase en lo que había costado su arranque del suelo.
Algunas veces se me había ocurrido el pensamiento de que mi hermana podría hallarse destinada por nuestras desgracias á entrar en alguna familia rica en calidad de preceptora: hice entonces juramento, sea cual fuere el porvenir que nos estuviera reservado, de dividir con Elena la más pobre boardilla, el pan más amargo del trabajo, antes que dejarla sentarse al festín envenenado de esa opulenta y odiosa servidumbre.
Palabra del Dia
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