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Actualizado: 23 de junio de 2025


El comedor era precioso, y la mesa magnífica; las vajillas y toda la loza de lo mejor que se ha fabricado para muñecas, y multitud de ramilletes esparcían su fragancia y mostraban sus colores en pequeños búcaros, en hueveras, y algunos en dedales. Pacorrito ocupó el asiento á la derecha de la Princesa. Empezaron á comer.

Julia es mi prima, razón quizás, para que me guste un poco menos que cualquiera mujer extraña. La conozco de toda mi vida; puede decirse que hemos dormido en la misma cuna. Hay personas a las cuales esta casi fraternidad las seduciría. A la sola idea de casarme con una mujer a la cual he visto jugar con las muñecas me parece tan cómica como la de acoplar dos juguetes.

Según ella, debía presentarme al día siguiente en casa, y pedirle al papá su mano: el papá diría que era muy niña, pero yo debía replicarle inmediatamente que no importaba nada: el papá insistiría en que era demasiado pronto, pero yo le presentaría el ejemplo de una tía, hermana de su mamá, que estaba jugando á las muñecas cuando la avisaron para ir á casarse. ¿Qué había de oponer á este poderoso argumento?

Sostenía que ella no necesitaba que sus papás le comprasen muñecas, porque las hacía con un martillo, vistiéndolo con una toalla. ¿Pues y las agujas que había en su casa? No se acertaban a contar.

Pero antes tengo que asegurarle las muñecas con este precioso par de brazaletes... ¡Era Dechard, cuyo acento inglés reconocí al instante! ¿Desea Vuestra Majestad darme alguna orden antes de separarnos?

Yo me desesperaba, pero él maldito el caso que hacía de . ¡Qué pena la mía cuando un día me preguntó con cara burlona si me gustaban las muñecas, porque pensaba comprarme una! Me puse roja de indignación y, a pesar del cariño que le profesaba, confieso que de buena gana le habría dado un cachete

La Regenta le sonreía de lejos, con la expresión dulce y casta de poco antes, y le saludaba tímidamente sin aspavientos con el abanico.... Después no se vio más que el anguloso perfil de Ripamilán, que movía los brazos como las aspas de un molino de muñecas. El otro coche pasó como un relámpago. De Pas vio una mano enguantada que le saludaba desde una ventanilla.

Parecieron, en esto, que por el patio venían, hasta seis dueñas en procesión, una tras otra, las cuatro con antojos, y todas levantadas las manos derechas en alto, con cuatro dedos de muñecas de fuera, para hacer las manos más largas, como ahora se usa.

A este respecto que desde ahora me sea permitido nombrar á Don Antonio Acosta, quien ha tenido la bondad de proporcionarme documentos muy preciosos sobre las provincias de Esquivel, de Muñecas, de Caupolican y sobre otros muchos puntos de la República.

¡Casarse mi hija! exclamó con miedo y casi con cólera. ¡Qué delirio! Haga usted el favor de no hablar de amores y de casamientos á una niña, que no debe pensar en otra cosa que en vestir y desnudar muñecas. ¡Casarse! ¿Cómo quiere usted que se case esta mocosa? No, señor; yo no quiero engañar á ningun hombre. Mi hija no se casará un dia antes de los treinta años.

Palabra del Dia

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