Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 12 de junio de 2025


Y no obstante, esos oasis mortíferos, gracias á sus aguas cristalinas y al contraste que ofrecen con las soledades áridas, hacen surgir en el hombre la idea de un lugar de delicias y han llegado á ser el símbolo mismo de la felicidad.

Otros muchos siguieron su ejemplo, y cayó sobre los desgraciados una granizada de proyectiles más sucios en verdad que mortíferos. Sin embargo, un tallo de berza lanzado con fuerza vino a dar en el rostro de María y la hizo sangrar por los labios.

La baja vino a estrellarse en el muro, a alguna distancia de mi cabeza. ¡Ah, señora! exclamó Ruperto riéndose. ¡Si sus ojos no fueran más mortíferos que su revólver, no me vería yo en este lance, ni Miguel, a estas horas, en el infierno! Antonieta, sin dedicar la menor atención a aquellas palabras, hizo un poderoso esfuerzo y logró permanecer inmóvil, rígida.

Satisfecho ya el capricho, dejé la calle de las Infantas, y me fui a casa de un amigo. Mas al día siguiente, fuese casualidad o premeditación, aunque es muy probable lo último, acerté a pasar por el mismo sitio a la misma hora. Mi gentil agresor, que estaba de bruces sobre la barandilla del balcón, se puso encarnado hasta las orejas así que pudo distinguirme, y se retiró antes de que pasase por delante de la casa. Como V. puede suponer, esto lejos de hacerme desistir, me animó a quedarme petrificado en la esquina de la primer boca-calle, en contemplación estática. No pasaron cuatro minutos sin que viese asomar una naricita nacarada, que se retiró al momento velozmente, volvió a asomarse a los dos minutos y volvió a retirarse, asomose al minuto otra vez y se retiró de nuevo. Cuando se cansó de tales maniobras, se asomó por entero y me miró fijamente por un buen rato, cual si tratase de demostrar que no me tenía miedo alguno. Entonces se generalizó por entrambas partes un fuego graneado de miradas, acompañado por lo que a respecta de una multitud de sonrisas, saludos y otros proyectiles mortíferos, que debieron causar notables estragos en el enemigo.

Satisfecho ya el capricho, dejé la calle de las Infantas, y me fuí á casa de un amigo. Mas al día siguiente, fuese casualidad ó{15-2} premeditación, aunque es muy probable lo último, acerté á pasar por el mismo sitio á la misma hora. Mi gentil agresor, que estaba de bruces sobre la barandilla del balcón, se puso encarnado hasta las orejas así que pudo distinguirme, y se retiró antes de que pasase{15-3} por delante de la casa. Como V. puede suponer, esto, lejos de hacerme desistir, me animó á quedarme petrificado en la esquina de la primer boca-calle, en contemplación extática. No pasaron cuatro minutos sin que viese{15-4} asomar una naricita nacarada, que se retiró al momento velozmente, volvió á asomarse á los dos minutos y volvió á retirarse, asomóse al minuto otra vez y se retiró de nuevo. Cuando se cansó de tales maniobras, se asomó por entero y me miró fijamente por un buen rato, cual si tratase de demostrar que no me tenía miedo alguno.{15-5} Entonces se generalizó por entrambas partes un fuego graneado de miradas, acompañado por lo que á respecta de una multitud de sonrisas, saludos y otros proyectiles mortíferos, que debieron causar notables estragos en el enemigo.

A la calle se habían arrojado cuantos objetos mortíferos se creyeron convenientes para hostilizar a los dragones, y aun después del combate surcaban la arena turbios arroyos de agua hirviendo, que, mezclada con la sangre, producía sofocante y horrible vapor. En algunas ventanas vimos cadáveres que pendían con medio cuerpo fuera, apretando aún en sus crispados dedos la hoz o el trabuco.

La nueva fundación servirá de modelo á Europa, y esto debémoslo á los niños. La vida arrastrada que llevamos, esa vida de horribles trabajos y de excesos todavía más mortíferos, sobre ellos viene á recaer. No es dado ocultar la profunda alteración de que están visiblemente atacadas nuestras razas del Occidente.

Satisfecho ya el capricho, dejé la calle de las Infantas, y me fui a casa de un amigo. Mas al día siguiente, fuese casualidad o premeditación, aunque es muy probable lo último, acerté a pasar por el mismo sitio a la misma hora. Mi gentil agresor, que estaba de bruces sobre la barandilla del balcón, se puso encarnado hasta las orejas así que pudo distinguirme, y se retiró antes de que pasase por delante de la casa. Como V. puede suponer, esto lejos de hacerme desistir, me animó a quedarme petrificado en la esquina de la primer bocacalle, en contemplación estática. No pasaron cuatro minutos sin que viese asomar una naricita nacarada, que se retiró al momento velozmente, volvió a asomarse a los dos minutos y volvió a retirarse, asomose al minuto otra vez y se retiró de nuevo. Cuando se cansó de tales maniobras, se asomó por entero y me miró fijamente por un buen rato, cual si tratase de demostrar que no me tenía miedo alguno. Entonces se generalizó por entrambas partes un fuego graneado de miradas, acompañado por lo que a respecta de una multitud de sonrisas, saludos y otros proyectiles mortíferos, que debieron causar notables estragos en el enemigo.

Palabra del Dia

vorsado

Otros Mirando