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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Tenía miedo a la soledad. Antes que pasar solo el resto de la tarde, prefería la conversación lenta y monótona de las gentes simples, una conversación refrescante, como él decía, que no le obligaba a reflexionar y dejaba su pensamiento en dulce calma animal.
En derredor se dilatan en vastísimo horizonte las llanuras flamencas, tan interesantes por sus cultivos, sus canales y polders, ya que no por la topografía que es monótona.
Con la cabeza siempre apoyada en los brazos comenzó a canturrear una estrofa de su invención, que era una alabanza disparatada a sus méritos: «Yo soy Juaniyo Gallardo... con más c...oraje que Dió.» Y no pudiendo improvisar más en su honor, repetía y repetía las mismas palabras con voz ronca y monótona, que alteraba el silencio y hacía ladrar a un perro invisible en el fondo de la calle.
El campamento de la Presa le parecía ahora distinto al de algunas semanas antes. Su aspecto exterior era el mismo, pero su vida interna se transformaba de un modo inquietante. Iban perdiéndose la dulzura monótona y la confianza algo grosera con que se trataban todos siempre.
Y volvía monótona, repitiendo el tema, y la mujercita, que no sabía interpretar la página clásica del maestro italiano, traducía en cambio a maravilla la enervante molicie amorosa, los poemas incendiarios que en la habanera se encerraban.
Era el ansia de luz y de aire libre que se experimenta después de un encierro dulce; la necesidad insolente de mostrar la propia dicha en público, cuando empiezan á resultar pesadas las horas felices, por su monótona repetición; el deseo de prolongar á la vista de todos la intimidad secreta, con el incentivo de tener que fingir, ocultando los verdaderos sentimientos.
Por lo demás, la poesía original del cantor es pesada, monótona, irregular, cuando se abandona a la inspiración del momento. Más narrativa que sentimental, llena de imágenes tomadas de la vida campestre, del caballo y las escenas del desierto, que la hacen metafórica y pomposa.
En su vida, triste, monótona, sólo la religión, el pensamiento de Dios, la promesa de la inmortalidad, de otro mundo más justo y más hermoso endulzaba un poco el amargor de las horas. Y he aquí que repentinamente desconfiaba de esta dulce promesa, dudaba de las verdades todas de la religión, hasta de la existencia de Dios.
Les bastaba sentirse el uno junto al otro, percibir las vibraciones de sus dos vidas con el roce de sus cuerpos puestos en contacto. Teri parecía obsesionada por sus recuerdos y murmuró unas palabras, como si se hablase a ella misma, con una voz monótona y vagorosa, igual a la de los que sueñan: La semana que viene... ¿te acuerdas? La semana que viene hará cuatro años que nos conocimos.
Al lado del joven daba salida el albañil a su lenta verbosidad, con voz bronca y monótona. No podía hablar con los compañeros de trabajo; estaba en desacuerdo con ellos; le insultaban por reaccionario, por borrego, echándole en cara sus tiempos de guardia civil.
Palabra del Dia
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