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Actualizado: 24 de noviembre de 2025
Es inútil que alientes en tu pecho la esperanza: inútil que en el silencio de la noche cuentes tus pesares á las aguas del rio para que las refieran á tus hijos: inútil que pretendas leer en tu pasado un porvenir menos sombrío é infeliz que tu presente: verás construir en tu seno sinagogas para judíos, basílicas para cristianos, jamas una mezquita.
Eligió á este fin las tres primeras naves trasversales del cuarto noble, empezando desde el muro de refuerzo que marca la prolongacion de Al-hakem, y dando al buque de la nave única que abrió, cortadas las armaduras de cuatro naves mayores de la mezquita, una longitud de cien piés desde la puerta interior de la cámara de la limosna hasta la cámara del centro de las tres que cerraba la antigua maksurah.
Ya ha pasado un gran espacio desde que la voz enfática del muecin de la mezquita, llamó á la postrer plegaria de la noche á los creyentes. ¿Cómo tanto Ataide tarda?
En la parte del lado del sud aparecen restos de tres arcos que se conoce ser de los primitivos, que formaron el contorno de este patio, y corresponden á la misma época que la mezquita.
Quiso oponerse la ciudad; pero inútilmente. El emperador, que no habia visto nunca la mezquita, tuvo que fallar la contienda; y falló... en favor de D. Alonso.
Fueron algunas trocadas antes del citado año de 1411 por casas y propiedades, atento á lo cual no se las menciona en el «Libro Blanco» pues no pertenecían ya al Cabildo Eclesiástico, como aconteció, precisamente, con la «Mezquita de los Osos», acerca de la cual hemos hallado algunas noticias.
Dos eunucos cristianos, sin embargo, uno natural de Granada y otro venido del Oriente, llamados el primero Rogelio y el segundo Serviodeo, aquel monge y anciano, este mozo y de estado á nosotros desconocido, penetran denodadamente en la mezquita mayor un viernes, en ocasion de hallarse el templo todo lleno de gente allí congregada para hacer su azala.
Dentro, en la alberca, se escucha del débil chorro del agua la monótona caida, y el gemido de las auras en las rojas amapolas, en las dulces pasionarias, en la espesa madreselva y en las higueras enanas, que, con torcidas raíces, como bulbosas arañas, á las grietas del muro de la mezquita se agarran.
En su vista éste se dirige á la Mezquita y llama al Iman, en cuya compañía reza las oraciones marcadas, y luego después ambos marchan á casa de la doncella, ante la que se paran, preguntando el pretendiente desde fuera si puede entrar.
Cayó el pobre árbol, y con él, desapareció la última memoria de las casas de Don Fernando Colón! La mezquita de los osos
Palabra del Dia
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