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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
Yo, un hombre dado al estudio, una verdadera polilla de biblioteca, un hombre ya en el declive de sus años, que empleó los mejores de su vida en alimentar su afán devorador de saber, ¿qué tenía que ver con una belleza y juventud como la tuya?
Compraba las mejores efigies que de ellas encontraba, y después de ponerles un rico marco, las colgaba de las paredes de su cuarto. Para hacerlo hubo necesidad de descolgar a Malec-Kadel y a otros varios guerreros de la Edad Media que las tenían invadidas.
En San Roque están las mejores tropas de España, tanto en infantería como en artillería y caballos; de modo que si se forma ese ejército, y viene sobre Madrid... ¡Jesús! ¡Jesús! repitió un coro de diez voces. ¿Usted cree que vendrá sobre Madrid? preguntó uno de los concurrentes.
Ella tenía buen gusto y había amueblado su estancia, valiéndose de los mejores tapiceros, con muebles elegantes y hasta lujosos, pero sin relumbrón alguno.
El individuo contra el Estado; 2 pesetas. Traducida con autorización del autor Profesor de Psicología. 1880, 8.º, 3,50 pesetas. Este libro, una de las mejores producciones del eminente psicólogo Ribot, expone con claridad y precisión admirables el movimiento de la Psicología científica en Alemania, desde principios de este siglo, en que se hizo el primer ensayo, hasta nuestros días.
Un manipulador o tejedor hábil termina un sombrero en cinco o seis meses, trabajando siempre a la hora del crepúsculo o la del alba, que son las únicas horas propicias para tejer los mejores sombreros de jipijapa.
Años atrás, Julio Antonio había hecho cosas tan buenas como la estatua yacente, o tal vez mejores; pero, entonces, el artista no estaba aún completamente desahuciado.
Algunos de éstos, a modo de vivientes periódicos, concurrían a casa de aquella señora por las tardes, y esto, además del buen chocolate y mejores bollos, atraía a otros ansiosos de saber lo que pasaba.
Como sus tipos mejores, Capus estaba cierto de que los años venideros desvanecerían la oscuridad en que la indiferencia del presente dejaba su nombre, y entretanto continuó estudiando, aguardando lo que él mismo llamaba más tarde la ocasión, «la vena». Alfredo Capus no sobresale como creador de caracteres; este dón, inagotable en Balzac, lo disfrutan muy pocos.
Lo que Dios no perdona, Benina, es la hipocresía, los procederes solapados, y el estudio con que algunas personas componen sus actos para parecer mejores de lo que son.
Palabra del Dia
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