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Actualizado: 28 de junio de 2025


Todas, pues, se dieron el parabién de que León Hebreo no hubiera sido gravemente ofendido. El Rey, no sin meditar para mejor ocasión algo en desagravio y obsequio de León Hebreo, hizo que, por lo pronto, dos de su guardia de a pie le acompañasen y le escoltasen hasta su posada.

Muchos de conciencia delicada se equivocan en esto, porque no se paran á meditar lo que les sucede en la variedad de sus pensamientos; pero si reflexîonan un poco, conocerán claramente, que las percepciones que tenemos por los sentidos, puesta la buena disposicion de sus órganos, no pueden dexar de seguirse á las impresiones, que estos reciben.

No había felicidad completa si los pies no descansaban en la suavidad del paño flojo de las zapatillas. ¡Ajajá! exclamó al sentirse a su gusto. Y apoyando ambas manos en la cama, dejó que una dulcísima sonrisa le inundara el rostro con un reflejo de la alegría del corazón. ¡Ahora a meditar! ¡A soñar! ¡Noche solemne! No había milagros: en eso estaba. No estaría bien que los hubiera.

La confesion fué larga y pesada, pero durante ella el confesor no volvió á dar ningun signo de espanto y pocas veces interrumpió al enfermo. Era ya de noche cuando el P. Florentino, enjugándose el sudor de rostro, se irguió y se puso á meditar. Reinaba en la habitacion oscuridad misteriosa, que los rayos de la luna, entrando por la ventana, llenaba de luces vagas y reflejos vaporosos.

Desandé mi camino, pregunté en todas partes; nadie lo había visto; realmente inquieto, me detuve a meditar sobre el partido que debía tomar, cuando un indio que pasaba me sugirió la probabilidad de que el cachifo hubiese tomado el camino de abajo, que acortaba mucho la distancia. Tranquilo continué.

Vete a la cocina con la niña, y ayuda al ama, si hace falta. Alúmbrate con este fósforo. Cuidado. Belarmino se recogió otra vez a meditar, empapado en la tiniebla.

Quevedo, cuanto de prisa se lo permitieron sus mal configurados pies, corrió al vano cubierto antes por la reja, y la encontró franca. Como había previsto Quevedo, la pólvora había hecho volar la reja. Y sin pararse á meditar si la altura era ó no tal que pudiese arrojarse á tierra un hombre sin peligro, Quevedo se dejó caer.

Y como con el despertar de los sentimientos la memoria también se despertaba, comenzó a meditar sobre los elementos de la antigua fe y a mezclarlos a sus nuevas impresiones, hasta recobrar la conciencia de una relación entre el pasado y el presente.

Es verdad que la prueba mas acomodada á la capacidad del comun de los hombres, es la que se funda en el órden admirable que reina en el universo corpóreo; pero es porque no se han acostumbrado á meditar sobre los objetos insensibles, sobre lo que experimentan dentro de propios; y por consiguiente abundan mas de conocimiento directo, que de fuerza de reflexion.

Magnífica ocasión para el hombre que tanto se lamentaba el día anterior, que puede meditar y decir: «Mi suerte es más suave

Palabra del Dia

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