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En ausencia de la duquesa, una idea singularmente brillante y afilada se había hecho presente, con viva luz y penetrante dolor, en el alma de Felicita. «Anselmo ha atrapado la pulmonía, o mejor dicho, la pulmonía ha atrapado a Anselmo...», y aquí la imaginación de Felicita se figuraba materialmente la pulmonía como un vampiro o ave nocturna que volaba en la tiniebla, entre lluvia y viento.

La calle por donde el carruaje avanzaba con dificultad, estaba materialmente cuajada de indios. Acababa de cruzar la plazuela de San Victorino, donde había encontrado un cuadro que no se me borrará nunca. En el centro, una fuente tosca, arrojando el agua por numerosos conductos colocados circularmente.

Entretanto, la noche comenzaba a venir, y juzgué que por mayores esfuerzos que hiciéramos no nos sería materialmente posible llegar a Guaduas, como era el programa. Lo comuniqué así apenas llegaron los amigos, de quienes se había separado ya el cónsul inglés, y de común acuerdo resolvimos seguir adelante hasta donde fuera posible.

Cavilando yo días pasados sobre este asunto, y hallándome en el campo, en soledad amena, en hondo valle circundado de rocas escarpadas, donde había silencio, frescura y mil plantas, hierbas y flores, tuve despierto un sueño, que parecía visión espiritual o intuición pura de algo real, aunque para materialmente imperceptible.

Este aumentó por la noche con las noticias que se recibieron de la abdicación de Napoleón y la exaltación de los Borbones. Todo el mundo estaba en el paseo; éste parecía atestado materialmente, el tiempo era magnífico; hablábanse las gentes sin conocerse apenas. Se reunían, se felicitaban, se abrazaban; era aquello una manifestación general de entusiasmo.

Todavía se debe presumir que el que busca materialmente su medro personal busca también el aplauso, la gloria, y se siente movido por el deseo de hacer el bien de todos, que al cabo no es incompatible con el bien singular suyo; pero del perezoso, del frío de corazón, del descreído, que por no molestarse y porque no necesita medro, porque ya le tiene, no interviene en nada, y no sabe más que censurarlo todo, y señala mil males y no pone remedio a uno solo, de éste, digo, no hay alma, por generosa y benévola que sea, que se preste a suponer nada bueno.

La responsabilidad de las grandes luchas electorales, como de las grandes acciones de guerra, está en los generales: el soldado no muere sino materialmente, de un bayonetazo, de un tiro de fusil, de una bala de cañón, de hambre y de sed; pero el descalabro de una campaña política o militar es la muerte moral de los jefes y la muerte moral de las cabezas es la muerte del espíritu dentro del cuerpo vivo: una especie de embalsamamiento inconsciente.