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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Está por la afirmativa Leibnitz; pero como se ha visto en su lugar, su sistema de las mónadas debe ser considerado como meramente hipotético. Siendo preferible no decir nada á entretenerse en conjeturas que no podrian conducir á ningun resultado, me contentaré con asentar las proposiciones siguientes.
Hace del yo, nó una causa universal, sino un espejo en que reflejan el mundo interno y el externo. Esta explicacion recuerda el famoso sistema de las mónadas de Leibnitz, sistema ingenioso, arranque sublime de uno de los genios mas poderosos que honraron jamás al humano linaje.
Observé, no obstante... ya saben ustedes que soy observador; es la única cualidad que tengo; la observación, a la cual no dan importancia los autores ahora; hoy todo es hojarasca en los dramas, muchos rayos de luna, que se quiebran al pasar por el follaje de los árboles, mucha descripción de alboradas y crepúsculos, muchos símiles retorcidos... ¡Todo eso es!... Cuando algún autorcillo me viene con tales monadas yo le digo: ¡al grano, al grano!... El grano es el drama, que no existe en la mayor parte de los idem...
Los había de ellos que en muchos años no habían ido a la plaza, desde que se retiró el «negro». ¿Para qué? Contentábanse con leer las reseñas de los periódicos, convencidos de que no había toros, ni siquiera toreros, desde la muerte de Frascuelo. Niños andaluces nada más; bailarines que hacían monadas con la capa y el cuerpo, sin saber lo que era «recibir» un toro.
Y estornudó por tres veces, haciendo figuras y monadas con que creía apartar de la mente de Jacobo la maldita idea del gorro quemado: mas este, no bien salieron los criados, después de servir el legítimo ron de Jamaica, tomó a preguntar: ¿Te acuerdas de aquella noche?... El tío Frasquito contestó un ¡sí! tímido y vergonzoso, cual si le recordase la pregunta algún crimen nefando.
Leibnitz, cuando Schopenhauer le compara con él mismo y con Kant, es un miserable pigmeo, y tonterías y nada más que tonterías son su armonía preestablecida y sus mónadas. El desenfado con que Schopenhauer fustiga a sus colegas tiene antecedentes en abundancia. Ya nos cuenta Gil Blas que los que disputaban en las aulas de Salamanca más parecían energúmenos que filósofos.
3.º En la mónada infinita ó en Dios, pone Leibnitz la razon suficiente de todo. 4.º El conocimiento les ha sido dado á las mónadas libremente por el mismo Dios.
Palabra del Dia
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