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Actualizado: 18 de octubre de 2025


Fue de ver entonces a Miguel correr por la sala y brincar sobre las mesas con el Cristo en alto, perseguido de cerca por el cura, que cuando le tenía al alcance de la vara, se la arrimaba a las carnes no suavemente. Los alumnos que aún viven recordarán seguramente aquel incidente chistoso, que terminó mandando a Miguel al encierro y poniéndose otro chico en su lugar.

No nos consta de qué suerte pudo salvarse. En nuestra historia hay aquí una tenebrosa laguna. Saltemos por cima de ella y volvamos al convento en que el Padre Ambrosio seguía viviendo y ejerciendo sus artes mágicas. Por su virtud, aunque se ignore de qué manera, nadie en el convento había notado la ausencia de Fray Miguel y del hermano Tiburcio.

¿Y aquella otra torre gris? La iglesia de San Miguel, y á la izquierda la de San Remo. El caserón inmediato es el palacio de Berland. Mira también esas fuertes murallas, con tres poternas hacia el río y diez y seis en todo el circuito de tierra. ¿Y á qué el continuo sonar de tantos clarines?

Algunos transeúntes se habían parado y formaron en torno de nuestro joven y de los niños un grupo que fue engrosando por momentos. Algunos quisieron ayudarle en la tarea: otros comenzaron a interrogar al mayor. Miguel les explicó lo que sabía, y causó gran indignación.

Entonces, ¿es por tu marido por lo que no realizas el viaje? preguntó Miguel, fingiendo hacer su pregunta de buena fe. Alicia se agitó ante tal suposición. ¡Pobre Delille!... Ella sentía otras preocupaciones. Su marido no era el único que había ido á la guerra.

Pero , Manuel, nada quieres creer: ¿si querrás negar también que el lagarto es enemigo de la mujer y amigo del hombre? Si no lo quieres creer, pregúntaselo a tío Miguel. ¿Ese lo sabe? ¡Toma!, por lo que a él mismo le pasó. ¿Y qué fue? preguntó Stein.

Iba Fray Miguel enterándose vaga y confusamente de todas estas novedades. Como era poco comunicativo no decía a nadie la impresión que le hacían; pero la impresión era profunda, acrecentando su profundidad y su fuerza, la reconcentración y el sigilo con que en el centro de su alma lo escondía todo.

Miguel acercó, riendo, los labios al retrato. Julita quería desagraviar a su mamá.

A pesar del desaliento que infundió en la península el éxito desgraciado de estas expediciones, se ordenó lo conveniente para organizar la quinta expedición á los mares del Poniente. Se organizó ésta por Miguel López de Legazpi, que se encontraba en Nueva España, con encargo de que le acompañase el sabio marino Urdaneta.

D. José Maria Cabrer, Coronel de ejército, y Sargento mayor de esta plaza; el Sr. Teniente Coronel urbano D. Miguel Gerónimo Garmendia; el Sr. D. Jose Soliveri, Contador de retasas; el Sr. D. José Superi, Sargento mayor del batallon de castas; el Sr. D. Felipe Castilla, Capitan de milicias regladas de caballeria; el Sr. D. Antonio Ruiz, Alcalde del barrio número 11, cuartel quinto; el Sr.

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